Aturdida, desorientada, con el cuerpo pesado y doliente, intenté levantarme pero una consecutiva tos me lo impidió, pude sentir el vomito venir de repente, el sabor era tan fuerte, tan malo, totalmente desagradable.
No tenía nada claro pero comencé a observar, traté de centrarme en mi misma, en la pelea con los recuerdos incompletos.
Mi respiración se volvió rápida, calmarme sería lo último que podría hacer, no entendía, no podía entender nada.
¿Qué había ocurrido? ¿Estaba realmente ahí? Todo era oscuridad y frío, ¿era el infierno?¿En el infierno llueve? Lágrimas del cielo.
Sabía que estaba temblando pero no la razón si de frío o por miedo, no poder levantarme me hizo llorar.¿Debía quedarme ahí? ¿Que tenía que hacer? Era imposible fallar pero lo había echo, desconcertada con mi situación cerré los ojos, ¿Cómo podía acabar así? Sola, sin comprender por que no estaba muerta y lo más malo, ¿Qué podía hacer ahora?
Las lágrimas seguían saliendo, el viento movía mi cabello y secaba mi cuerpo.Las espigas produjeron un pequeño sonido, algo distinto a cuando se mueven con el aire, intente ver de donde provenía pero la oscuridad no me lo permitía.
En ese momento me sentí como una niña, una pequeña que no tenía a donde ir, una que necesitaba ayuda, que la orientaran y dijeran que esto también pasará.
-¿Qué demonios hiciste? -Me sorprendí tanto al escuchar aquella voz, no sentí miedo ni tampoco me importó que estuviera furioso, crei conocerla y eso me puso muy triste.
Un auto paso por la carretera metros abajo permitiendome por unos segundos ver que era el mismo escenario, lo sabía, era el mismo terreno, el mismo árbol, me tranquilice un poco al ver la cara del chico.
La ansiedad se acumulaba, había tanto aire en mis pulmones y no sabía como expulsarlo, el pecho me iba a estallar, no tenía idea de que responder.
-Maldición, maldición-Su voz no se escuchaba tranquila, parecía saber que hacer pero no estaba seguro.
Otra vez el miedo se metía en mi, escuchar maldecir y golpear en el árbol donde estaba recargada me molestaba pero sentía más miedo que enojó, por lo tanto no me atreví a decirle nada, tampoco es que deseara una discusión, no tenía fuerzas para hacerlo, levantarme seria imposible, necesitaba ayuda.
-Esto no se hace, ahora no puedo decir que me gustan como tu; rotas, con el alma muerta porque literal de verdad estas muerta, más que muerta.
No le entendía a sus palabras ni a la rabia con la que las pronunciaba, no había interés de responder, necesitaba dormir.
-¡Vivías bien! Parecías estar bien... Que extremos tan deprimentes tienes mujer.
Sólo le escuchaba, su tono de voz, lo que decía y la forma en que hablaba, parecía que era verdad, este tipo me conocía.
-¿Tienes un problema? Me parece que si, pídeme que te ayude.
Era verdad, estaba esperando su ayuda pero ¿Para que? Siempre fui una tonta, algo ocurría y aun no me daba cuenta.
-Ya no importa, todo se ha ido -¿Qué se había ido? ¿Algo faltaba?
Se río ligeramente.
-Podríamos viajar hacia la tristeza, ¿Es lo que quieres? -Me respondió
Y aunque no entendía y me parecía absurdo lo que decía por alguna extraña razón me gustaba oírlo.
-¿Así?
-SÍ... soy un alma condenada, ¿A donde crees que se van los suicidas?
¿Y era condenado? ¿A que se refería?
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Colores grises
RomanceCuando las personas mueren injustamente sin terminar con su proposito se convierten en condenados, personas que no pueden descansar hasta completar el faltante en su vida. Seguimos la historia de Heim y Georgiana que perdidos entre colores grises, q...