Capítulo XII

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—Camus, cariño por favor come.

—No quiero —dijo.

—Camus, por favor come tu comida —volvió a insistir.

—No quiero comer.

—Camus, come tu comida ahora mismo.

— ¡Oblígame! —replicó.

Degel tenía la paciencia por el borde, Camus no estaba comiendo bien, y eso lo preocupaba mucho, su pequeño había rebajado un poco de peso, y para que el pequeño comiera tenía que obligarlo a la fuerza, lastimándolo y haciéndolo llorar sin querer. Pero no tenía más opciones que usar la fuerza.

Dio un largo suspiro intentando calmar su estrés, se paró de su asiento y se dirigió al lado de Camus quien hacía un puchero de brazos cruzados mirando su comida. Degel tomó al menor y lo alzó para que esté se sentará en el asiento del pequeño galo y el menor estuviera sentado en su regazo. El pequeño galo iba a replicar, pero su madre lo abrazó y tomó el plato de comida para empezar a darle en pequeñas cucharadas a Camus, pero igual este se negaba a recibir una sola cucharada de comida. Degel intentaría por lo menos que su pequeño comiera, no podía dejarlo, así como así.

—Camus por favor te pido que comas —hablo con tranquilidad.

—No quiero —reprocho.

—Y vuelve con lo mismo, cariño, te pido que por favor comas, además es tu comida favorita, sabes que te la hice con mucho amor, por favor hazlo por mí tan siquiera —hizo un puchero guardando aún su tranquilidad.

Camus miró aquello y le dio un poco de risa, más era terco y no comería de todas formas, se sentía demasiado triste y destrozado como para hacer eso. Degel tomó la comida del pequeño y le metió una cucharada de espaguetis a su boca. Camus sintió el pequeño choque de la cuchara contra sus dientes y se enojó, sus ojos se cristalizaron de inmediato y ya quería llorar, él no quería comida, y su madre lo estaba obligando, quería devolver los espaguetis, estaba empezando a hacer muecas de disgusto y molestia, Degel observaba eso con seriedad.

—Intenta vomitarla o devolverla y serás castigado —mencionó serio.

Camus ancho más su puchero y empezó a llorar, cruzó sus brazos con fuerza y como un niño mimado como era conocido el, estaba preparándose para hacer una pataleta ante su madre, aún tenía la boca llena de comida, pero igual le haría un escándalo por eso. Degel solo suspiro nuevamente cansado, tomó a Camus y lo bajó de su regazo para irse de ahí por estar insistiendo a su hijo, el pequeño peli agua noto la tristeza de su madre y se tragó lo que aún tenía en su boca, tenía moquitos saliendo por su nariz, empezando a llorar en silencio ya tenía muchas cosas en su rostro y ahora se sentía culpable del estado de su madre, tomó nuevamente asiento y comió con gusto la comida que le había preparado su madre, de verdad se le veía el esfuerzo y el amor con la que lo hizo, ahora se sentía más culpable de verlo así. Terminó de comer y puso su platico en el fregadero para ir corriendo en búsqueda de su madre.

No sería tan difícil encontrarlo, sabía que estaría en su habitación pensando en muchas cosas que para él a su corta edad no entendía. Milo había sido una gran felicidad en su vida y un gran amor, por eso a verlo perdido lo había afectado demasiado que llegó a depresión infantil, él quería con locura a ese pequeño muñequito que le robó su corazón, el que aceptó sin chistar, el que pasó momentos divertidos e inolvidables. Con la pérdida de Milo su corazoncito quedó vacío, tenía el amor y el apoyo de su madre, pero de verdad si había amado mucho a Milo como nunca, ahora que no estaba se sentía solo, tal vez por qué a veces su madre no estaba y lo dejaba solo, le gustaba su soledad pero a veces necesitaba compañía, karma de su madre quien estuvo solito desde los cinco años, ya que su madre lo había abandonado y su padre era un militar así que no podía estar todo el tiempo en casa, dejando a Degel solo desde los cinco años, quien aprendió a defenderse el sólido con sus propios métodos, era bajito, pequeño pero era muy inteligente, pero de seguro Degel alguna vez llegó a sentir soledad cuando estaba solo en casa y en las veces que Krest, su padre se iba a misiones del ejército, lo cuidaba su padrino que se llamaba Zaphiri, quien fue el mejor amigo de su abuelo Krest. Pero estaba seguro que su madre aun estando con su padrino se sentía solo.

Degel se quedó pensando en su habitación muchas cosas, era evidente que el galo mayor comprendía la soledad del pequeño, él también había pasado por eso y fue muy duro salir de ahí, hasta que conoció nuevos amigos, más aun así esa soledad no se le quitaba por nada del mundo, no hasta que conoció a ese pequeño niño de cabellos azules que le robó por completo su corazón, quien lo cuido desde su corta edad de seis añitos mientras que el pequeño solo tenía tres añitos, llevándose apenas tres años, se llevaba bien con el pequeño peli azul que era una caja para él, era adorable, tierno y muy pequeño, era más bajito que él, tenía su cabello un poco más largo, pero el peli verde le ganaba de largo. Cuánto extrañaba esos tiempos con ese pequeño que era hijo de su padrino, Zaphiri Antares. Sonrió recordando aquellos momentos con él, recordaba a perfección su nombre, ya estaba tatuado en su mente.

Sus pensamientos fueron arruinados con la llegada de su pequeño hijo, abrió la puerta como quien dice, como era costumbre y se acercó a él, se quedó observando varios minutos como él al menor.

— ¿Quieres sentarte? —pregunto.

El pequeño no dudó ni un segundo en extender ambas manos, Degel lo tomó y lo cargo sentándolo en su regazo quien se quedó un buen momento abrazando a su pequeño hijo.

—Mami tenemos que hablar.

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