1

17 1 0
                                    

La noche estaba cayendo sobre nuestras cabezas. No había nadie a nuestro alrededor, solo nosotros con nuestros pensamientos.

Estaba muy nerviosa y callada. Quería hablar, pero no sabía que decir. ¿Que le iba a decir? Fue un placer conocerte. Esperaste a que viniera yo para irte vos. ¿Vas a volver?

Miles de preguntas, de ideas me llegaban a la mente, pero enseguida las rechazaba. Ninguna era la ideal para hacerle en éste momento. No quería hacerle ningún tipo de planteos y más con el tipo de relación que teníamos.

Lo único que sabía a ciencia cierta era que lo iba a extrañar, y que nada iba a ser igual sin él acá.

Apoyó su cabeza sobre mi hombro, haciéndome volver a la realidad. Mirábamos al frente, sin apartar la vista del punto anaranjado que se escondía detrás de las montañas. Quería mover mi cabeza aunque sea unos centímetros para mirarlo, ver sus ojos, tratar de descifrar que era lo que estaba pensando. Pero, no quería que se apartara de mí. Me quedé en la misma postura durante el mayor tiempo posible.

Pasó una eternidad hasta que mi razón decidió que era hora de volver, porque si fuese por mi corazón me hubiese quedado ahí, rodeada de tanta paz, rodeada por él. Un leve carraspeo de mi parte, fue suficiente para que él levantará la cabeza y la girara para mirarme a los ojos. Estábamos tan cerca que podía ver cada uno de sus lunares.

Iba a besarlo pero me frené en seco. No quería que esto fuese más difícil de lo que era. Los dos sabíamos lo que ambos sentíamos pero creíamos que lo más fácil era no hacer nada y pasar juntos el mayor tiempo posible.

- Creo que debo irme, entro a trabajar dentro de unas horas y quiero dormir un poco antes - dije con una mezcla de tristeza y calma. Intuía que el bar ésta noche iba a ser un infierno, eran vacaciones de verano y, por lo tanto, seguramente sería una larga noche. Crucé las piernas y me extendí hacia arriba, levantándome de la piedra en la que nos habíamos sentado. Y, aunque me duela despegándome de él.

Al levantarme, el me siguió con la mirada y, de un momento a otro, se paró y se detuvo a mi lado.

- Te acompaño hasta el departamento, no quiero que vayas sola - me dijo apenas mirándome.

- Está lleno de gente, no me va a pasar nada - dije, apenas dudando.

- Ambos sabemos que ésta es la peor época

- ¿Cuándo te vas? - Le pregunté. Sin querer había escupido las palabras con algo de resentimiento como si fuese su culpa. Pensé que cuanto más rápido las diga menos iba a doler, pero fue peor.

- El vuelo sale mañana por la tarde - tuve que hacer un esfuerzo para escucharlo, su voz era apenas audible.

- Te voy a extrañar, ¿No hace falta que te lo repita, no? - Quise aminorar la mezcla de sentimientos que tenía.

Negó con su cabeza, me abrazó y sentí que las lagrimas se apuraban a salir. El último mes había tratado de evitar pensar en que todo lo que hacíamos iba a ser por última vez. No quería que se vaya por nada del mundo. Quería que estemos juntos a nuestra manera, riendo a carcajadas, tratando de escalar alguna montaña o tomando cervezas al frente del lago en alguna fogata de las tantas que se solían hacer.

Tenía que procesar todo, tenía que dejarlo ir, que haga su vida. El camino que lo haga feliz y por el que había luchado durante tanto tiempo.

Cuando se separó, me limpió las lagrimas que no había sentido que seguían cayendo por mis mejillas, me sonrió y me beso la frente.

- Creo que deberíamos ir, no quiero que no puedas dormir aunque sea un rato por mi culpa.

Nos pusimos en marcha, esquivando a la gente llena de bolsas que caminaba por una de las calles. Decidimos caminar en silencio y doblar e ir por las entrecalles más desoladas como lo hacíamos siempre para evitar a los turistas. Agarró una de mis manos cuando ya estábamos por llegar a mi departamento, entrecruzando nuestras manos con los mismos nervios, como si fuese la primera vez que hacía ese movimiento.

ENEROWhere stories live. Discover now