Todavía con los ojos llorosos, terminé de limpiar la mesa. Y, con las pocas fuerzas que me quedaban, le avise a Gero, el encargado, que me tomaba mi descanso.
Sin esperar su respuesta, me dirigí a la sala de descanso que estaba pegada a la pequeña cocina donde preparaban algunas pocas comidas rápidas. Me senté en el pequeño sillón que estaba en un rincón de la sala. Hasta que agarré el celular con ambas manos no me había dado cuenta de que estaba temblando.
Me decidí y abrí el mensaje. Deseaba que todo había sido una confusión. Que lo había leído por encima y no había entendido.
< Bea, me acaban de adelantar el vuelo por un tema de la aerolínea. Salgo a las 6. Espero que puedas ir al aeropuerto >
Mierda. Me había mentalizado que teníamos aunque sea unos días más. Y, ahora ni siquiera nos quedaban un par de horas. Con un gran esfuerzo le contesté:
< Voy a ser lo posible. No te prometo nada, voy a tratar de que Gero me dé permiso. >
Me sequé las lágrimas. Sentía los ojos irritados de tantas lágrimas derramadas en menos de un día. Me guardé el celular en el bolsillo del delantal que llevaba. Fui al pequeño baño que teníamos en la sala, me lavé la cara y traté de sacar cualquier rastro de que hace instantes había llorado sin que se me corriera el rimel. Salí de la sala, miré por encima de la gente buscando a Gero, pero no tenía éxito.
Me dirigí a la barra y apenas estuve detrás de la gran barra, las ordenes empezaron a caer sin descanso. Trataba de concentrarme pero era imposible. Cada tanto, miraba sobre la gente y volvía a mi tarea antes de confundirme pedidos o tirar alguna que otra bebida como me había pasado en la última hora.
Belen estaba en la otra punta, y cada tanto sentía que me miraba sobre sus grandes anteojos como si se diera cuenta que algo no iba bien.
De pronto, un hombre bastante alto para mi altura se lanzó sobre la barra tirando de mi por la colita de pelo que tenía hecha, agarrándome desprevenida y acercandome a sus ojos llenos de odio.
- ¿Te pensas que soy idiota? Te pedí el mejor wisky que tenían y me diste ésta porqueria - Terminó tirandome el líquido color ambar en la cara. Me quedé sin palabras, tenía ganas de gritarle, pero lo único que hice fue secarme las gotas de mi cara con una servilleta y preparar un nuevo vaso con hielo sirviéndole el mejor wisky que tenáimos.
No había terminado mi tarea cuando apareció Gero, preguntando si estaba todo en orden. Hasta que vio el hombre que hace un rato se había vuelto loco.
- No, idiota, no está todo en orden. Enseñale a tu personal cuál es una bebida buena y cual una mediocre. - Se dió media vuelta, agarrando el vaso de Whisky.
Gero me miró unos segundos. Y, antes de darse vuelta, se dirigió a mí diciendo:
- Seguíme, tenemos que hablar.
Lo único que me faltaba. Solo rezaba para mis adentros que no me recriminara tanto. Necesitaba pedirle permiso para salir antes. Necesitaba despedirme. Tratar de cerrar una etapa
- Bea, sabes perfectamente que tenes que servir lo que te piden. Belen me acaba de decir que te noto bastante distraida, no se que te debe estar pasando porque estoy más que seguro que por algo estás asi. Creo que lo mejor es que agarres tus cosas y te vayas -
Lo miré pasmada. ¿Me estaba echando?
- Peee... - No me dejo terminar la frase y agregó:
- Sólo por hoy, no te estoy echando. Aunque si lo de hoy se repite no me va a quedar otra que buscarte un reemplazo -
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ENERO
RomanceBea había llegado hace meses a la ciudad y se había enamorado perdidamente de Franco pero, no lo supe completamente hasta que llegó Enero, pleno verano, un mes que iba a recordar por siempre. Éste era el final de una historia, ¿Sería el comienzo d...