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Luego de disparar y de guardar el arma en su traje de negocios, Shuji Hanma limpió sus manos. La fina tela del pañuelo se deslizó entre sus dedos mientras observaba con desagrado la grotesca escena. Dio un paso atrás y aumentó la fuerza en su tarea. La realidad era que no había nada qué limpiar, pero la sensación de incomodidad sobre su tacto y su piel no desaparecía.

Los tatuajes por los que él había sido reconocido habían perdido el color después de doce años y después de incontables peleas, golpes e inconsciencia.

—Señor.

Un ayudante de bajo rango había llegado y le entregó un informe. Hanma lo leyó por encima a través de los anteojos y suspiró.

—Limpia esto —ordenó refiriéndose al cuerpo sin vida a sus pies.

El ayudante tembló y dudó por un segundo, él solamente había sido enviado como mensajero—¿Cómo se supone qué...

Hanma perdió la mínima paciencia que le quedaba—. ¿Eres nuevo o algo así? Tíralo en el río, dáselo a los perros, llévalo a tu maldita casa, lo que sea está bien para mí. ¡Pero hazlo rápido!

Exhausto, salió al exterior. Su mirada examinó el terreno abandonado y se sorprendió al ver que Kisaki había ido en persona hasta allí. En los brillantes labios de Hanma se formó una leve sonrisa cuando sus miradas se cruzaron.

Como estaba anocheciendo, el frío comenzó a calar en su cuerpo y en la piel de su rostro, así que Hanma apresuró el paso hacia su compañero de trabajo, quien fumaba a un lado del auto color negro en el que había llegado.

—Ya está hecho —comunicó con el tono amable que solo le daba a Kisaki.

Kisaki exhaló el humo del cigarrillo—. Lo sé, escuché los disparos.

Hanma no tardó en abrazarlo desde atrás para refugiar su cuerpo del frío, su mentón se apoyó en el cabello del otro y sonrió a gusto en ese lugar, esperando por el reproche de Kisaki. Habían trabajado doce años juntos y él todavía seguía quejándose, era arisco y mal llevado, pero a Hanma le divertía, así que lo dejaba ser.

—Hanma, no soy tu maldito poste.

—Si tanto te molesta puedes moverte y listo.

Kisaki suspiró—. Veo que tienes el informe.

—Sí, tengo las manos ocupadas, ¿no me das una calada de tu cigarrillo?

—¿Qué opinas? —Kisaki inhaló e ignoró el pedido.

—Mmhh —murmuró—, no me interesan los movimientos que haga Mikey si nosotros tenemos bajo control a ToMan.

Kisaki habló molesto—. ¿Sabes que nosotros también podemos estar en su lista de objetivos? Incluso podría ir por Hina-

—Basta —Lo interrumpió severo y puso cara de asco. Hinata Hinata, era lo único que sabía decir. Después de tantos años, hasta él se cansaba. Aunque no había lugar para reproches le molestaba que su nombre, Shuji, jamás salía de sus labios—. Kisaki, basta.

Volvió a repetir y se agachó un poco para que su rostro quedara a la altura del otro, luego sus largos dedos se aferraron a la muñeca de Kisaki y llevó el cigarrillo hacia sus propios labios. Hanma inhaló, con la mirada ajena sobre él; por completo desaprobatoria.

—Qué bien —exhaló el humo al susurrar, satisfecho, y soltó a Kisaki—. ¿Ves? Fue solo un segundo, no te costaba nada darme un poco.

Kisaki lo observó y con los dedos temblorosos tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó—. A veces me sacas de quicio.

Lo que surge de la fragilidad #HanKisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora