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En las sombras, ella la observaba de nuevo.

La chica lloraba desconsoladamente en su alcoba, escondida entre las sabanas y abrazando a su almohada. Otra decepción amorosa la había lastimado, ese idiota se fue con otra, rompiéndole en pedacitos su frágil e inocente corazón.

Ella la conocía tan bien como la palma de su mano, pero desgraciada era su naturaleza que le impedía acercársele, acariciarle y decirle que todo estaría bien. Quería romperle con sus manos el cuello a ese infeliz, ¿Cómo se había atrevido a dañar a la mujer que tanto amaba?. No debería derramar ni una sola lágrima por él, no valía la pena.

Había crecido formidablemente desde su último encuentro, ahora era toda una mujer hecha y derecha; definitivamente el universo la había dotado en belleza y gracia. Aún recordaba ese encuentro, la primera vez que la vio....




Era sólo una joven cuando había salido sola al bosque, sus ansias de explorarlo eran tan grandes que caminaba emocionada por verdes prados, hipnotizada por el cantar de las aves, maravillada por la naturaleza había decidido recolectar las mejores flores para su madre, sin ser consciente de los peligros que traía el ocaso.

Este bosque no es como los otros.

La oscuridad se aproximaba, el astro rey caía y ella no sabía cómo regresar, sin tener un rumbo fijo corría con desespero, desconociendo que cada paso que daba se adentraba a lo profundo del lugar. La luna se alzó en su punto máximo, pura y maravillosa con su luz cubriéndolo todo.

Su ancestral fulgor despierta a criaturas fuera de nuestro entendimiento.

Aquella chica estaba cansada, se recostó en un árbol mirando el cielo, rogándole ayuda, un milagro que pudiera llevarla a casa. Tomó sus piernas y puso entre ellas su cabeza, sollozos comenzaron a salir. Hasta que unos violentos gruñidos se hicieron presentes, alarmada levantó su vista hacia los arbustos, lo que vio la paralizó del miedo. Ojos brillantes la observaban entre las malezas...La asechaban se podía percibir los deseos de desgarrar y devorar su carne

«Lobos», pensó.

Uno ellos salió, e iluminado por la luna ella pudo ver claramente su forma: enorme, pelaje negro como el carbón y con garras afiladas como cuchillas, dispuesto a hacer un festín con su cuerpo...

—Imposible —susurró al caer en cuenta de su colosal e irreal tamaño...esa cosa no era un lobo, era horripilantemente peor.

Más lobos aparecieron detrás del anterior, el pánico se apoderó de la joven, ahogó un grito mientras su cuerpo se estremecía. No podía quedarse allí, así que reunió fuerzas y corrió lo más rápido que sus piernas pudieron, a sabiendas que nada la salvaría, pero su interior albergaba una chispa de esperanza.

Ellos la seguían, rompiendo salvajemente todo a su paso, cada vez estaban más cerca de alcanzarla, e infortunadamente, una rama la hizo resbalarse, quedando en desventaja. Caer era un mal chiste, uno de pésimo gusto, parecía una protagonista tonta de esas aburridas películas de terror.

La fiera no pasó esto desapercibido y lanzó un zarpazo a su espalda. De seguro la hubiese matado si no hubiera hecho rodar su cuerpo, pero no salió bien del todo, pues su brazo recibió cortadas profundas.

Sencillamente era su fin.

En las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora