Capítulo 1

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La vida rutinaria era un asco. Levantarme todos los días a las 3 de la tarde para pasarla en la computadora comenzaba a ser aburrido. Las vacaciones se hicieron largas, más de lo que quisiese. No se si debería sentirme agradecido o no con la pandemia, es decir, no tener que ver a mis insignificantes compañeros durante todo un año parecía ser genial en un principio, pero la falta de comunicación con gente de mi edad me causaba angustia.

Después de un año entero de estar encerrado en mi casa sin casi salir, anunciaron que este año comenzarían las clases presenciales. Me emocionaba la idea de volver a socializar de nuevo, pero nunca lo admitiría en voz alta.

Sonó mi alarma, la apague y solté un bostezo mientras frotaba mis ojos. Me quedé viendo una zapatilla mientras analizaba porque me desperté a las 6 de la mañana un lunes ¿Ya comenzaron las clases?

Mientras me dirigía a la escuela mi mente divagaba entre las opciones que haría al llegar. No creo que haya chicos nuevos, así que me tocará con los mismos aburridos compañeros que todos los años ¿Qué cosa nueva podrían traerme ahora?

Llegué al salón y me acomode en mi banco, el último del fondo, cómo siempre. Aun era algo temprano, los pocos chicos que habían se encontraban usando sus celulares o hablando entre ellos, no le preste atención y fijé mi vista en mi celular. 

Mire de reojo a un chico alto entrar al salón, parece que si hubo nuevos este año.

Se sentó alado mío y solo se fijó en su celular. Yo me quedé embobado mirándolo durante segundos eternos, afortunadamente no había mucha gente en el salón, si no ya me habrían visto raro. Aunque el parece ni siquiera haberse percatado de mi.

Al rato llegó un profesor y comenzó a explicarnos cosas sin importancia, o al menos para mi lo eran. Aunque nunca pude evitar mirar de reojo a aquel chico alado mío, se notaba concentrado en lo que decía el profe, pero yo solo me concentraba en el.

No se cuanto tiempo estuve viéndolo, pero el se giró para verme y nuestras miradas chocaron. Segundos que parecieron eternos hacían que me enfocara en sus ojos cafés. Quería mirarlo y nunca dejar de hacerlo, su mirada me transmitía sentimientos indescriptibles, si no fuese porque apartó la mirada de repente, parecía avergonzado.

Nos dijeron que hagamos un círculo en medio del salón para presentarnos.

—Me llamo Santino y me gusta jugar futbol— Creo que era de esperarse que sea fan del fútbol.

—Me llamo Tobías—me presenté— Me gusta el fútbol—. La mayoría de varones que se presentaron dijeron cosas similares, no había nadie que llamara especialmente mi atención. Exceptuando a Santino.

Varias veces cruzamos las miradas, pero al segundo lo dejábamos. Ninguno tenía la iniciativa para hablar, y así se mantuvo durante el resto del día.

Llegué a mi casa con un nudo en el estómago ¿Porque no le dije nada?. No fui capaz de articular ni una palabra en frente de el. Odio mi timidez, arruina todo. Mañana lo veré de nuevo, trataré de presentarme o algo, no me quedaré callado de nuevo.

El diario de Tobías.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora