Extraños
Sus manos se arrastran por la portada del libro, raspa con las puntas de los dedos de color carmín ilustraciones con hilos de oro acerca de un gran dragón, una guerrera y animales fantásticos. La tapa de cuero de un color rojo exquisito, pero con los bordes gastados son tratado con un cariño contrastante al poseedor de las garras que lo sostienen.
A su costado la pequeña Bruja traviesa lo mira por debajo de sus pestañas, sus ojos rojos brillan expectantes, curiosa por su actitud.
Toma el té que ella le ha servido, curioso por su extraña amargura la mira a los ojos y ella de devuelve la mirada, hay sombras en sus ojos pero sonríe conmovido con una extraña claridad en su mirada. Los huesos crujen cuando se acomoda en su silla, invitándola a sentarse al costado del fuego con la promesa de una nueva historia, una nueva aventura de un pasado muy muy lejano.
Una profecía.
No se contiene acerca de la emoción de su voz ni de la nostalgia, acerca de la guerrera que se sacrificó por el bien de su pueblo, buscando liberar una maldición sobre el bosque y matar al lobo feroz que acechaba por los inviernos, escondido en la cabaña de una vieja abuela. Los hechizos de un idioma extranjero no se traban en su lengua y los gritos extasiados de un niño viviendo miles de mundos lo llena, deseosa por saber tanto y comerse el mundo a comparación del lobo que de repente se siente tan viejo y cansado.
Pero cuando la bruja pasa las paginas por sobre la dedicatoria de una letra delicada no puede evitar preguntarlo.
- "¿Quién es Caperucita Roja para usted, señor Lobo?"- El sombrero rojo se le desliza por encima de los ojos, todavía demasiado grande para una niña que recién comienza a aventurarse en la magia.
- "Una vieja amiga."
- "¿Y era genial?".
Pero el lobo solo sonríe recordando para sí mismo el olor de los pinos, la nieve y la sonrisa de una mujer con una capa roja, sobre aventuras como la alegría y perdida que conllevan. La pequeña bruja no entiende porque una sonrisa se puede ver tan triste.
- "La mejor de todas". La mira a los ojos, más claros de lo que nunca fueron en todo el tiempo que lo estuvo acompañando.
Y mucho mas solitarios.
Es curioso como el sueño alcanza al viejo lobo, que una vez feroz, ahora solo acuna entre sus garras todas sus baratijas con cariño. Pero la bruja solo asiente, los años madurando en sus ojos y compartiendo la tristeza mientras acerca el libro al señor. Lo deja junto al fuego mientras un extraño pensamiento se le pasa por la cabeza al ponerse una vieja capa roja.
Que extraños somos antes de morir.
__
Tuve una conversación parecida con un conocido mío. Solía documentarlas y ahora solo un grupo de los escritos sobrevivió a mi última mudanza.
Laura me dijo que lo dejara ir de alguna forma.
Que extraños somos antes de morir es una frase que rondo mucho por mi cabeza, no recuerdo donde la leí ni hace cuanto pero estuvo presente durante todo el proceso.
Aún pasa por mi cabeza de vez en cuando, a su risa cuando se lo comenté y en lo cierta que se me hace.