05 - 𝐏𝐚𝐥𝐚𝐜𝐢𝐨.

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Niégalo todo lo que quieras,

finge que no tienes idea
de lo que digo,

pero aún así sabes

aún así sabemos

que todos llevamos demonios

dentro de nuestros corazones.
















Allí se hallaba él, admirando los hermosos cafés que acompañaban la perfección de su figura. Con adoración acarició la pequeña hoja, como si aquel delicado tacto fuera suficiente para demostrar su aprecio hacia aquel fantasma que sólo se hallaba en viejas fotografías.

Levantó su vista para toparse con un amplio espejo que adornaba la sala. Este reflejaba la imagen de un pequeño niño que aún conservaba un poco de aquello que muchos consideraban el mayor de los tesoros. Tal inocencia que sin saberlo se esfumaba a cada segundo de vida, mas regresaba al observar sus ojos. Añoraba aquellos con toda su alma, pues eran un regalo divino que su madre le había dejado antes de partir.

—Un par de hermosos cafés, idénticos a los de tu madre.

Recordó a su abuela algún día decir.

Con una pequeña sonrisa adornando su juvenil rostro, se dispuso a regresar aquella foto al álbum que había puesto en el suelo. Rápidamente tomó este, pues sabía que su padre se molestaría si veía desordenado su precioso palacio.
Oh bueno, él lo veía así. Como un enorme palacio, aunque algo aburrido pues no habían muchos colores ni podía jugar como hubiera querido. Además de que era demasiado silencioso y frío, pero se había acostumbrado.

—¿Jack, qué tienes ahí? —Pegó un suave brinco en su lugar al escuchar la voz de su padre, por lo que ocultó el libro tras de sí al girarse para observar al mayor.

—N-nada. —Habló con nervios.

—Sabes que no me gusta que me mientas. Estoy viendo desde el espejo como tienes algo entre las manos. —Se volteó, observando lo dicho por su padre. Como odiaba a ese estupido espejo en esos momentos, le encantaría darle un golpe. —Espero que no hayas tomado nada de mis cosas, o sabes que te castigaré. Así que entrégame lo que sea que tengas ahí. —Exigió, estirando su mano hacia el niño a la espera de que le entregase el objeto, sin quitar su impecable pose o aspecto en ningún momento.

Cabizbajo entregó el álbum, a la espera de las frías palabras de su padre.

—Creí haberte dejado en claro que no tienes permitido ver estos libros. —Escupió quizás más molesto de lo habitual.

—Yo sólo quería ver a mi madre. —Explicó sin dejar de observar sus zapatos. Odiaba aquellas prendas, pero ahora mismo prefería observarlos a tener que enfrentar al más alto. —La extraño y... creí que podría ver sus fotos al menos un rato. —No le gustaba admitir aquellas cosas, pues por alguna razón, a su padre le molestaba que dijera todo eso. Por eso, solía guardarse aquellas cosas, mas ese día decidió no hacerlo. —Sé que no quieres que las vea... ¡Pero juro que iba a devolverlas! —Al decir lo último, terminó por elevar su mirada, encontrándose con la oscura de su padre.

—No me interesa. Tienes prohibido tocar estos libros o mirar estas fotografías. —Sentenció con furia, mas no expresó esta en su rostro, sino que en su voz. Acabó por darse la vuelta, quitando el poco contacto visual con su subordinado. —No tienes derecho alguno a extrañarla.

Tras aquellas frías y crueles palabras, desapareció del palacio junto a aquel álbum, perdiéndose acompañado de sus demonios.

Y Jack junto a los suyos, terminó por llorar admirando aquella foto que logró robar del viejo libro, refugio de lo que un día fue su madre.

𝐂𝐨𝐫𝐭𝐞𝐣𝐨 - Intenabo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora