Observo como la llave giraba hasta abrirse la puerta y oír el click.
Recordaba perfectamente aquel día como si hubiera sucedido ayer.
Eran las doce de la mañana cuando se montó en el tren para volver a casa del trabajo; el era un chico joven de unos 21 años y trabajaba como psicólogo en un centro de menores a dos horas de su casa. Era muy lejos pero no le quedó más remedio que aceptarlo para poder pagar la medicación de su madre.
Tras bajarse del arcén contemplo el cielo, recordaba que era un día claro con alguna que otra nube pero prácticamente despejado. Camino hasta la parada de autobús más cercana y contemplo animado que esté ya había llegado y justo a tiempo para recogerlo, subió de un salto y tras mostrar su tarjeta recorrió el pasillo hasta encontrar un asiento libre junto a una niña de 8 años que chupa una piruleta con fuerza.
-¿Está libre este asiento?- pregunto agachándose hasta la altura de la chiquilla.
- No, Fox está ahí sentado, ¿es que no lo ves, no me digas que eres ciego?- pregunto la niña con una expresión que detonaba enfado y sorpresa a la vez.
-Ah vale, perdona -dijo el asintiendo, sabía que aquella niña tenía algo raro en la mirada y cuando la escucho supo lo que le ocurría - ¿ dónde está tu mamá?
-No sé, medio está piruleta y dijo que volvería a casa en una hora, pero como después de 4 horas no aparece vi este carne y ahora voy al supermercado para buscarla, creo que se ha perdido - dijo sin inmutarse y sin dejar de mirarme.
-Ummm, creo que tengo una idea mejor - y entonces entendió que aquella niña sufría una enfermedad mental y su madre la había abandonado a su suerte; pero el sabía cómo ayudarla - puedes venir conmigo a buscar a tu madre con mi amigo policía, ¿te apetece?
- ¡Claro!, ¿ es uno de esos hombres de color azul y con placas doradas en la cabeza?
-Sí, esos mismos - dijo aguantándose la risa por la descripción - pues ven conmigo que ya hemos llegado a la parada.
Y salió con aquella niña de la mano hacia la comisaría de la ciudad. Cuándo entró, dejo a la niña sentada en una silla de la sala de espera y se dirigió al secretario principal.
- Buenas tardes, vengo a dejar a esta pequeña - dijo tranquilo
- Vaya - dijo el policía girándose un poco para echarle un vistazo - a ver si adivino, ¿ su madre la abandonada ?
-¿ Cómo lo sabe?- pregunto intrigado
- Porque ya habido tres casos de niñas con problemas mentales abandonadas durante esta semana - dijo con un tono que desprendía compasión - creemos que se trata de una familia que descubrió que el padre había oído de su casa para no tener que cuidar más de sus hijas y que la madre parece que tras 10 años ha hecho lo mismo.
- Vaya, - dijo compadeciéndose de la niña - espero que encuentren un sitio a el cuál llevarlas.
- Sí, ahora mismos estamos buscamos plazas para las tres en algún centro para huérfanas y cuando lo encontremos las mandaremos junto con esta pequeña - las decir las últimas palabras salió del mostrador y se dirigió a la silla donde la niña estaba sentada y tras agacharse le miro a los ojos y pregunto -¿ cómo te llamas pequeña?
- Soy Audrey, y no soy pequeña - dijo haciendo un pequeño mohín.
- Ah, muy bien, ¿entonces cuántos años tienes?
- Tengo uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ocho; tengo ocho años - dijo tras contar en los dedos de la mano.
- Pues Audrey vas acompañarme a un sitio muy guay dónde te esperan unas niñas que creo que conoces - dijo, y cogiéndola de la mano la llevo por el pasillo hacía otra habitación.
- Sí, ¡rosquillas! - dijo con una sonrisa, olvidándose de su madre y su piruleta por un momento - ¡Adiós señor! - dijo girándose un momento para despedirse.
Para sus adentros y suspiro tras mirar la hora. Debía irse llegaría tarde para comer. Solo esperaba que aquella niña pudiera encontrar a una familia para ella y sus hermanas y fuera feliz.
Corrió hasta la calle mas cercana para pedir un taxi tras esperar un cuarto de hora llegó uno.
- Buenas tardes, ¿ a dónde lo llevo?- pregunto el conductor, un hombre robusto y moreno con aspecto juvenil.
- Hacia la calle Walls número 12, por favor - respondió.
- Claro.
En el camino a su casa pensó en aquellos niños a los que atendía en el centro. la mayoría no sabían que habían hecho como para estar allí, no eran conscientes de la gravedad de sus actos; y otros... Bueno otro eran demasiado conscientes.
El centro estaba lleno de niños llorosos, depresivos y pequeños delincuentes y toda ayuda era poca para controlarlos e intentar educarlos. El número de suicidios crecía con una velocidad increíble y los familiares comenzaban a pensar que quizá estar en un centro no era lo mejor para ellos.
Y no lo era, pero la vi no podía cambiarle un puñado de trabajadoras que lo único que querían es que los niños pudieran reincorporarse a la sociedad y recuperar su vida normal en lugar de deprimir los lo suficiente como para llevarlos a ese extremo.
Si el pudiera cambiar algo, lo haría, pero no podía.
- Ya hemos llegado,- dijo el taxista sacándola de sus pensamientos y cavilaciones - son cinco euros.
- Aquí tiene.
- Gracias, buen día - dijo con una sonrisa.
Subió por el ascensor para entrar en un pequeño bloque de piso en el que vivía junto a su madre y después de llegar a su planta y sacar las llaves abrió la puerta.
Frunció ceño, la puerta estaba cerrada con varias vueltas de llave lo cual solo podía significar que su madre había salido pero ella jamás salía sola aunque él ya lo había intentado ya que quería que su madre se volviera más independiente.
Se dirigió a la cocina de la cual llegaba uno la empanada recién hecha y comenzó a llamar a su madre para ver si estaba en casa.
-¡Mamá, mamá, mamá!.
Sin respuesta.
¿Donde se habrá metido?
Y tras comprobar que el único que había en la cocina era una gran empanada de atún humeantes y recién cocinada salió de la habitación.
Si está empanada estaba recién hecha su madre probablemente estaría en su cuarto. Se dirigió hacia el y abrió la puerta sin avisar.
Estaba en medio de la habitación de paredes blancas perfectas y meticulosamente decorada y encima de la cama cubierta de una colcha tan blanca como las paredes del cuarto se encontraba una mujer de unos 50 años vestida con un fino camisón y una bata ligeramente ceñida de un color rojo fresco y potente.Nota del autor: Hola!!.Espero que os haya gustado, iré subiendo nuevos capítulos dentro de poco, promise!!
:))
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No moriras sola
Teen FictionUna chica que ha perdido las ganas de vivir Un chico que esta dispuesto a hacerle creer lo contrario Descubre la historia de un chico que por tras la muerte de su madre decide cambiar su vida dedicándose a ayudar a la gente que no tiene ni fuerzas n...