CAPÍTULO 1: OBSESIÓN

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LIAM JONES

 Siempre me han tocado las peores palizas desde muy joven, a mis 24 años ya no recuerdo cuando fue la última que me dio mi padre, pero si recuerdo la última que me dieron hace una semana un trió de borrachos que me estaban esperando a la salida del Moe's Bar & Restaurant ―que de restaurante no tenía nada ―un bar de mala muerte a las afueras de la capital en el que los motociclistas se reunían para balbucear sobre sus fechorías.

Solía desayunar en Moe's con mi padre cuando era un pequeño chico de pueblo antes de volverme un citadino gracias a la beca universitaria que mal gaste complaciendo caprichos relativamente extraños en la gran ciudad, caprichos que no podía permitirme cuando vivía en aquella pequeña villa al sur de la capital.

Mi motocicleta es un recuerdo de mi padre, un motorista desaliñado que no tenía pudor, pero habían días en los que lo veía y admiraba su tenacidad, a pesar de tener 37 años cuidaba de mí en solitario por culpa de aquella mujer que me dio a luz y nos abandonó poco después; apostaba todo a sus habilidades como jugador de Poker pero era pésimo, siempre perdíamos, un día aposto su moto Harley del 58 y perdió, se negó a pagarla y de un momento a otro se abalanzaron sobre él un grupo de motoristas, las últimas palabras que escuche de mi padre fueron.

 ―Liam, perdón.

A lo que solo pude quedarme en silencio, tenía 13 años cuando sucedió aquello, fui por la salida de emergencias, corrí al estacionamiento en donde estaba aparcada la motocicleta, la encendí y en ese momento di gracias por haber aprendido a hacer los cambios y frenar, esas clases de mi padre que cada mañana antes de ir al colegio me dejaban moretones, no solo era culpa de la Harley sino por las tundas que me daba después de fallar al arrancar; ese día aprendí que aquello valió la pena, me fui a la pequeña casa rodante, dure 3 días escondido entre los harapos de mi padre y ahí fui auxiliado por un viejo amigo de mi padre, que actuó de una forma extraña al verme oculto entre las ropas sucias y soltó las llaves.

 ―Oh! Liam, estas bien, tu padre...Tu padre, ha muerto ―dijo el amigo de mi padre―.

Mi cerebro apenas reacciono y le di una respuesta a sus pésimas condolencias.

―Soy capaz de recordar lo que sucedió en el Bar de Moe's hace 3 días.

 Pasaron los días, después del sepelio de Stuart, un familiar lejano llego a llevarse el remolque en donde habitaba y un tribunal le exigió que me llevara también, así llegue a la capital junto al Tío Robert, solo recuerdo que me molestaba un poco su hedor a mortadela rancia, pero era buena gente, me regalo cigarrillos cuando cumplí 16 años y me incitaba a estudiar para permanecer fuera del remolque el mayor tiempo posible, así podría drogarse y fornicar con sus prostitutas cada cuanto quisiera.

 Cuando cumplí 17 años se me otorgo el beneficio Boomerang por la universidad comunista «Romanoff» de la capital o como coloquialmente era llamada "La universidad de los pobres", aunque eso era solo un apelativo, ya que sus instalaciones eran de las mejores, el beneficio se trataba de una beca, la cual desaprovecharía, aunque, si asistí a las clases de Criminalística, una carrera para nada divertida, pero muy interesante.

 A los 21 años me gradué, Robert murió de una sobredosis de metanfetaminas una noche que estuve fuera por asuntos personales.

 Así que me quede solo, con el remolque, lo aleje un poco de la ciudad y lo aparque en un viejo estacionamiento de un MCDonalds abandonado, le coloque 7 cerraduras de distintas marcas y engranajes, nadie podría robarse el remolque de Stuart.

 Los días se hicieron más y más grises, el sexo casual patrocinado por las cursantes de los primeros años de Criminalística se volvió un método de desestres, pero ya no era tan simple sofocar la ansiedad, mis pensamientos se comenzaron a distorsionar, figuras abstractas daban tumbos en mi mente, comencé a ver todo con absoluta relatividad, empecé a recordar a mi padre, a la mujer que nos abandonó, aquella mujer sin escrúpulos. Para evitar estos pensamientos decidí buscar un trabajo forzoso que mantuviera fría mi mente, fui contratado en una carnicería a las fueras de la capital, cerca del MCDonalds, antes de que quebrara y fuese cerrado la carnicería de Bill le surtía la carne para sus hamburguesas, así que empecé a trabajar con Bill y sus carniceros, hacia frió, al menos, era esto lo que esperaba, siempre llegaba cansado a mi hogar y se hicieron indoloros los pensamientos que golpeaban mi mente.

Obsesión FugazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora