Él, la playa y el metro.

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Pequeño epílogo
Estábamos en la estación de metro esperando a que llegue el que nos tocaba a cada uno, el iba para el norte y yo bajaba al sur.
Luego de una tarde conversando en un banquito en la playa, sentados contemplando las olas y hablar de nuestras vidas, después de no habernos conectado por un año y luego de haber pasado por un gran lío amoroso y pasional a distancia; allí estábamos Hamza y yo.

Historia
Con 5 latidos por segundo y nervios a tope, allí estaba yo, esperando por él en la entrada al metro. Esperando a aquel chico que me había hecho sentir tantas cosas pero también tanto odio y rechazo. A quien añoraba ver pero también alejar de mi vida. Allí estaba yo, en una encrucijada, ¿qué hacía?¿le esperaba o me iba? Pues como mi mente a veces no es más fuerte que mi corazón, cedí y decidí quedarme. Decidí enfrentarme a aquel chico que me había llenado de ilusiones y también me las había quitado.

Saliendo de mi escondite hacia el sol, pude verlo, mi corazón casi se detuvo y prácticamente le abracé con todas mis fuerzas. Lo mucho que había esperado por un encuentro así con él es indescriptible. Luego de ese abrazo y un beso en mi cabeza de su parte nos pusimos en marcha hacia la playa.

El me contaba como iba su vida estudiantil y laboral mientras yo le contaba algo de la mía. Ninguno de los dos todavía podía asimilar el hecho de que no nos separaba una pantalla, estábamos frente a frente, lado a lado y en carne y hueso.

Llegamos a la playa y nos sentamos en una banca, estuvimos hablando un buen rato sobre nuestras vidas y gente conocida que tenemos en común. Después de un rato allí seguimos caminando hasta sentarnos frente al mar (como podéis ver en la foto adjunta), notaba que él se pegaba mucho a mi, no quería que nos separe ni un milímetro de distancia. Se la pasaba dándome pequeños besos en la cabeza y así. Se notaba que el cariño es lo suyo.

Luego de otro rato decidimos ir a cenar algo y fuimos al Burguer King, que de hecho como buena dama invité yo. Comimos en la terraza, nos reíamos y el me limpiaba las comisuras de la boca cuando me quedaba mayonesa o comida. Esas acciones me ponían el corazón a mil, aunque no me gusta mucho demostrarlo. Al terminar de cenar fuimos a sentarnos un ratito a la orilla del mar.

Puse una pequeña manta en la arena y nos acomodamos allí, estábamos a la par pero a él no le parecía del todo cercano todavía, quería menos distancia entre nosotros. Así que yo sentada con mis piernas encogidas y el pasando su pierna derecha por debajo de las mías y la izquierda por detrás mío, se acercó y me abrazo haciéndome reposar mi cabeza en su hombro. Sus manos recorrían mi muslo derecho sin pasarse de lugar, en todo momento buscaba hacerme sentir cómoda y si veía que no lo estaba me preguntaba o se alejaba un poco para darme espacio. Eso me ha encantado de su parte.

Hubo un momento en el que yo recosté mi cabeza en sus piernas y el busco besarme, pero yo no estando lista decidí esquivarle y hacerle "la cobra", el se dio cuenta pero fue bueno que no tornó incómoda la situación, el intentó besarme varias veces pero yo pasaba de él y me hacía la tonta. Todavía no. Y así pasó la hora, con cariños, caricias, besos de él en mis mofletes y cabeza; hasta que decidimos partir porque ya se nos hacía tarde.

Al llegar a la estación de metro no había nadie y estábamos los dos solos esperando nuestros trenes, él viajaba al norte y yo al sur. Por lo tanto decidimos empezar a despedirnos. Empezamos con un abrazo.

Nos quedamos abrazados mientras esperábamos a que llegue el metro, nos balanceábamos de lado a lado, disfrutando del momentum en silencio. Al estar apoyando mi cabeza en su pecho y abrazándole por la cintura, oía como su corazón latía rápido y yo tenía una sensación indescriptible en mi pecho, me sentía segura pero no sentía que él era aquel que merecía estar así conmigo; pero lo dejé pasar y disfrutar. De una u otra forma nunca había estado así con un chico en mi vida. Todo era raro. El empezó a darme besos en la cabeza y empezando a bajar paso por mi frente, beso mi nariz y mis mofletes; yo estaba hipnotizada, paralizada, no sabía que hacer ni cómo manejar la situación. Pero estaba pasando el momento de maravilla.

Subí mis manos por su espalda y el colocó sus manos y brazos en mi cintura apretándome más a él. Cabe decir que yo me encontraba apoyada a una estructura de metal y ubicada entre sus piernas. Una posición perfecta. Yo disfrutaba sus besos, nunca nadie había apoyado sus labios de esas formas en mi piel, me sentía como una nena chiquita en un nuevo mundo entre sus brazos y eso me encantaba.

-Ahora yo quiero un beso acá- me dijo él soltando un brazo de mi cintura para señalar con sus dedos su moflete izquierdo. Yo sin saber que hacer, me deje llevar, le besé allí donde él me dijo y luego fui rodeando su cara hasta llegar a sus labios. Pero no le bese al instante, nos vimos y los dos tomamos la decisión de cometer un grave error; besarnos. Yo sin saber besar, porque mis labios nunca habían tocado los de otro, y él habiendo besado a muchas chicas antes de mi. Nuestros labios se chocaban y se chupaban entre sí, como si estuviéramos hambrientos el uno del otro. Nuestras narices no chocaron, solo se rosaban entre sí mientras satisfacíamos nuestros deseos.

Su cuerpo se pegaba al mío y el mío anhelaba fusionarse con el suyo, nuestros corazones iban muy rápidos, casi sincronizados como una orquesta. Mis manos viajaron hacia su cuello y él dejó de besarme los labios para besarme allí, donde siempre deseé que alguien lo hiciese, en mi cuello. Subió de vuelta a mi boca y yo agarre su cara para admirar el momento, le mire a los ojos y él también se notaba que lo disfrutaba, abrió sus ojos y sonreímos para seguir besándonos.

Yo un poco avergonzada por el hecho de que era mi primera vez en esta situación le pregunté cabizbaja si podía confesarle algo, cediéndome él el lugar, le dije sobre que era mi primera vez besando a alguien; a lo que él agarró mi cara y sonriendo me dijo -Mira yo te enseño-. Se acercó a mis labios y me dijo que los abriera un poco, metió uno de los suyos ente medio de mis labios y chupo con los suyos el inferior. Se alejó y me dijo -ahora haz tú lo mismo, lento-, obedecí a su enseñanza y procedí a besarle, me sentía en una novela o película cliché de Netflix.

En el proceso del beso nuestras manos iban recorriendo nuestros torsos, sus manos también viajaron en un momento hacia mis nalgas para apretarlas un poco pero por arriba de la falda, -la manito relaja'- le dije en tono de gracia pero él paró y llevo su mano derecha hacia mis labios inferiores y por arriba de la falda me acarició allí.

-Tranquila que no me estoy pasando, si no te haría esto todo el tiempo- subió su mano de vuelta a mi cintura y yo quede sin palabras, suspirando en su oído derecho. Seguimos besándonos y dándonos pequeños picos. En un momento inesperado subió su mano, en medio del beso, y me ahorcó. Casi mojo mis bragas. Eso fue excelente, extravagante, extraordinario y un ejemplo de que él recordaba todavía todas aquellas fantasías que le había contado en noches de pasión.

Terminamos con pequeños picos mientras escuchábamos que venía mi tren, la cercanía mostraba el deseo que había entre nosotros, su amigo tratando de salir de su zona de confort y yo recorría su pecho con mis manos. Me sentía cómoda, no quería que termine ese momento, no me quería ir. -¿Nos veremos mañana?- me pregunto con notes de esperanza en su voz.

-No se, lo veré y te aviso.- por dentro quería gritarle que si una y otra vez, pero no sería lo mejor. Dejar eso como una despedida era la mejor opción, ya que en dos semanas no volvería a verle más. No todos los cuentos de hadas tienen finales felices en la vida real.

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⏰ Última actualización: Aug 30, 2021 ⏰

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