Extra capítulo 36

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Me avergonzó su mirada, la esperanza que albergaban sus ojos cuando apunte mi arma directo a su bonito rostro, el anhelo de su propia muerte que sentí en ella.
Me dolió a un nivel que no había experimentado en un largo tiempo...casi demasiado para recordar.
Ahora, ver la expresión de desamparo en su rostro mientras se mira en el espejo casi me destruye, casi sentía el deseo de protegerla, de protegerla del mundo, protegerla de cualquier peligro, incluso protegerla de mi.
Nunca sentí repulsión a los olores, solo Dios sabía los fluidos que soltaban los humanos cuando los torturadas. Lagrimas, orina, heces, vómito, bilis, etc, etc. Pero verla a ella cubierta de orina, que se aya orinado encima del miedo, me lastimó a un nivel casi molecular.
Pero ver sus lágrimas mientras notaba los moretones, las mordidas, sus pequeños labios heridos por mis dientes, DIOS, casi logró que me pusiera de rodillas y rogara su perdón. Casi me hizo sentir humano, y con ese sentimiento venía el arrepentimiento, quería protegerla de todo mal, cuando su mayor amenaza era yo.
Era el anhelo que sentía por ella, el deseo que sentía por su cuerpo, la necesidad animal que sentia en mi interior de poseerla.
Creí que con una vez en cada uno de sus agujeros iban a saciar mi hambre, y ocurrió lo contrario, me hizo desearla aún más.
Ambiciaba los dulces gemidos que salieron de sus labios cuando folle su culo, soñaba con los mismos cuando folle su coño
Casi cada centímetro de su cuerpo estaba cubierto de alguna marca, un moreton, una mordida, una raspadura. La heri tanto con mis ansias, con mi necesidad.
La tomé con fuerza y la bañe, tocándola, adorandola, venerando su cuerpo.
Me arrodille frente a ella, quedando a la misma altura. Porque era tan condenadamente baja, aunque considerando mi altura el 99% de la población mundial era bajo para mí. Vi sus ojos oscuros, llenos de dolor, necesita hacerla sentir mejor, necesitaba curarla, necesitaba comerle el color y hacerla venirse tan fuerte que olvidará su propio nombre
Entre luchas inútiles la lleve al lavabo y la senté ahí, ganando valiosos centímetros para comerla con comodidad.
Apretó mi cabello rogando que no la tocará, y la ignore.
Me estremecí con la vista, la parte interna de sus muslos estaba llena de moretones, había un claro patrón que fácilmente reconocible como mis dedos, la dejé marcada de lo fuerte que la agarre.
Su culo estaba rojo, irritado inclusive, a pesar de que ha habían pasado más de dos días desde que la cogí por ahí y su vagina, su pequeña y apretada vagina, lucia roja, irritada, de un rojo furioso, la entrega ligeramente morada de los fuerte que la extendi.
Sacudi la cabeza, intentando alejar los pensamientos de liberarla, de déjarla aquí y que se encargarán de ella, de que la regresen a su hogar, con su familia.
No, no podía hacer eso, ya me encontraba demasiado obsesionado con ella para hacer eso. Nunca la liberaría, y nunca le daría a saber lo fuerte de mi obsesión, lo fuerte de mi necesidad, la influencia que la maldita tenía en mi, lo poderosa que se había vuelto en tan solo unos días. Lo poderosa que la había convertido volviéndola el centro de mi obsesión.
La comi, ataque su clitoris, toque cuidadosamente su entrada, buscando su punto G, ataque como un lobo, llenando mis pulmones de su olor, mi estómago de sus dulces jugos, llenándome de ella.
Poco me importaron sus súplicas, sus lágrimas las ignoré, me concentre en comerla hasta que con un grito desgarrador se vino en mi boca, su pequeño coño apretándose alrededor de mis dedos.

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