"¡NO A LAS DROGAS, SÍ A UNA NIÑEZ Y JUVENTUD SANA CON MENTE SANA EN CUERPO SANO!

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Soy Gabriela, tengo 23 años, nací un 1 de junio en el centro minero Cataricahua. Mis padres fueron don Jesús y doña Catalina, fui la tercera hija y la más querida por ser la menor. Durante mi infancia conocí la felicidad dentro de mi familia, con el correr del tiempo crecí bastante..... aún recuerdo cuando era una niña traviesa y mimada. Un día mis padres me compraron un vestido hermoso de color azul pastel que me llegaba hasta debajo la rodilla, con un cuello de color blanco; cuando me lo probé parecía que soñaba; péro era realidad; también mis dos hermanos mayores me regalaron una pulsera y calzados negros, no había recordado la fecha importante de mi cumpleaños, cumplí 11 años, hermosos momentos que jamás volví a sentir una felicidad tan grande; sin embargo pasaron los días y meses, y todo fue tan rápido.

Un día después de mi cumpleaños, mis hermanos tomaron la decisión de presentarse al ejército, mis padres les comprendieron por la edad que tenían, en cambio yo no podía entender por qué mis hermanos tenían que alejarse de mi familia por tanto tiempo, recibí mucho cariño, tal vez como pocos recibían. En verdad me sentía triste cuando escuchaba las conver saciones de mis padres con mis hermanos.

Un sábado, mis padres prepararon una fiesta de despedida para mis hermanos Roberto y Pedro. Al atardecer la casa se llenó de jóvenes vestidos con pantalones ajustados, y otros con botapies anchos, bailaban muy alegres, moviendo sus cabezas; ellos se veían bastante contentos por presentarse al ejército, en cambio mi corazón sentía tristeza y dolor, no podía soportarlo, porque presentía que no regresarían más. Bueno, en ese momento. pensé que sólo eran pensamientos de una niña, pocas horas después la fiesta llegó a su culminación, sólo pude ver abrazos de despedida por parte de sus amigos; durante toda esa noche mi único deseo era que no amaneciera, sabía que mis hermanos se marcharían muy temprano y no agradaba que avanzaran las horas, pero más me tarde me quedé dormida profundamente.

Cuando desperté el domingo por la mañana a las 7:45 apresuradamente salté de la cama y de pronto observé que una carta

se hallaba sobre el estante antiguo de madera que perteneció a los abuelos de mi padre, estaba apoyada en uno de los floreros que contenían rosas de tela de color blanco, sí, estaba escrita por mis hermanos y me decían: "Querida hermanita, cuídate bien, estudia y no hagas enfadar a mamá y papá, no queríamos despertarte, aten tamente tus hermanos, Roberto y Pedro". De esa manera, se habían marchado, me vestí, salí de la casa olvidando cerrar la puerta y empecé a correr sobre aquellos caminos estrechos llenos de polvareda y piedrecillas, tuve que subir a un cerro y el cansancio me secaba la garganta y mis piernas temblaban, no recuerdo de dónde saqué tanta energía para llegar a la parada de movilidades, pero cuando me aproximaba partió la movilidad donde se encontraban mis hermanos, quise alcanzarlos gritando:

-Roberto, Pedro, no me dejen!

Pero no pude, además mis padres me agarraron, rendida me senté en una piedra, lloré como nunca antes lo hice, mis padres me abrazaron y trataron de consolarme diciendo:
- Hijita, pronto estarán de regreso tus hermanos, no te preocupes...

Después retornamos a nuestra vivienda en medio del silencio, no hubo comentarios ni sonrisas, nuestros rostros reflejaban tristeza y preocupación. Su cuarto me llenaba de recuerdos, con el corazón destrozado observaba las fotografías de mis hermanos que estaban colocadas en la pared, sus sonrisas desde muy pequeños hasta jóvenes no habían cambiado. Las dos camas las dejaron cubiertas con sábanas hechas de saquillos y sus ropas envueltas y colocadas en una caja de madera con tres patas, con un candado oxidado por la humedad que no tenía buen aspecto, pero servía de seguro; el piso de madera lustrado con petróleo sucio donde no se podía distinguir una huella de calzados. Desde entonces esperé mucho tiempo para volver a verlos, pero no llegaba ese día, no podía comprender por qué había quedado sola, me hacían mucha falta, extrañaba el cariño que recibía de mis hermanos.

Hasta que un día me sentí muy mal, en realidad desde que se fueron mis hermanos no tenía ganas de comer, mis padres preocupados por mi salud, me llevaron a pasear, me invitaban los platos más ricos pero no tenía hambre, no quería nada, cada día que pasaba adelgazaba, el espejo me mostraba unas ojeras que crecían día tras día, sentía debilidad. Un día mis padres me llevaron con engaños al hospital consi derando mi comportamiento como rebeldía de niña:

- Gabrielita, hijita, si consultamos en el hospital los doctores van a llamarles a tus hermanos y además te regalarán muñecas...

Las muñecas eran mis juguetes preferidos, así me convencieron para visitar al médico, pero antes les dije:

- Mami, jes verdad que regalan muñecas?,

entonces... vamos.

Mis padres se miraron y en sus miradas había algo; hoy llego a comprender después de muchos años ¿por qué lo hicieron?, fue por amor, no querían verme enferma, bajando sus cabezas me contestaron:

-Sí, hijita te regalarán...

Muy temprano al día siguiente fuimos a visitar al médico, mi temor más grande eran los inyectables, caminando por los
pasillos mi cuerpo se estremecía a cada momento, escuchaba a las personas quejarse por su dolor y todo esto hacía que mi cuerpo tiemble de miedo; por mi delicada salud, el médico ordenó:

- Enfermera, la niña se internará.

La enfermera muy apresurada, dijo: - Enseguida, doctor.

Unos minutos más tarde, la enfermera me tomó del brazo para llevarme hacia la sala que me correspondía, se veía tan alta y robusta, tenía una sonrisa amable, en la cabeza llevaba un tongo blanco con una cinta de color negro, según decían que el color significaba el grado superior de las enfermeras, de la misma manera observé las salas donde algunos enfermos y accidentados se encontraban sonrientes por su recuperación, otros pensativos, parecían adoloridos.

Nada era agradable, pasaron días difíciles para mi salud y mis padres muy preocupados sin saber qué hacer me consolaban:
- Hijita, ¡pronto llegarán tus hermanos, ya les mandamos carta!

Mientras tanto el valor se me iba, apenas podía abrir los ojos y observar los rostros de mis padres, no tenía las energías para poder expresar mis sentimientos, empeoraba cada día que pasaba.

Un sábado por la mañana, cuando apenas desperté, pude ver a mis dos hermanos sentados a mi lado, los vi derramar lágrimas por primera vez, me abrazaron como nunca y me dieron muchos besos en la mejilla diciendo:

- Hermanita, aquí estamos, somos tus

hermanos Roberto y Pedro!

Les contesté haciendo señales con mis párpados y mis lágrimas caían por la felicidad que sentía al ver a mis hermanos de regreso; sin embargo, me hacía falta un poco de energía para poder decirles que yo también los quería mucho y los extrañaba.

Desde el momento en que vi a mis hermanos, tuve fuerzas. Dos días más tarde recuperé bastante, los médicos se sorprendieron por mi mejoría, ya podía

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⏰ Última actualización: Jan 13, 2022 ⏰

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