Adopta un Draco Malfoy

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—No puedes seguir así, Harry —sentenció Hermione. 

Harry estaba sentado en medio de un bar muggle, con un vaso de whisky en la mano, el tercero de esa noche. Ron y Hermione le miraban desde el otro lado de la mesa, con cara de preocupación. Casi no habían tocado sus mojitos. Ron ni siquiera estaba enfadado con Harry. Ginny se había pasado esta vez. Y muchas otras. Por fin lo admitía. 

—Es que no puedo creer que me pusiera los cuernos con ese tal Travis Johnson.

—Es un completo imbécil —coincidió Ron. 

Harry asintió y dio otro sorbo a su vaso. Ron y Hermione intercambiaron una mirada. 

—Se suponía que íbamos a formar una familia muy pronto, joder. Y la casa se ve tan vacía ahora. No sé si me merece la pena seguir viviendo en Grimmauld Place. Y tampoco puedo seguir llevándome a los muggles que me ligo. El último se llevó tal susto después de ver el retrato de la madre de Sirius que tuve que desmemorizarlo. Aunque creo que esa vieja harpía sufrió aún más al ver que un muggle había pisado su noble casa sangre pura. 

Ron no pudo evitar una risita a pesar de la gravedad de la situación y se llevó una patada de Hermione por debajo de la mesa.

—¿Por qué no adoptas otro Puff?

Harry negó con la cabeza. 

—No quiero tener otro Puff después de que Ginny se quedara con el nuestro. 

—¿Y por qué no un perro, Harry? —sugirió Hermione —No tienes porqué buscar un animal mágico. 

—Sí, a Sirius le gustaría —asintió Ron.

Harry suspiró. 

—Puede que sea una buena idea. Mis tíos nunca quisieron tener animales. Me gustan los perros.

—Te vendrá bien tener algo de compañía —dijo Hermione.

Ron asintió vigorosamente.

...

Así que Harry se encontró el sábado siguiente recorriendo carreteras secundarias Reino Unido. 

El refugio que le había recomendado Hermione se encontraba en medio de un gran bosque de pinos. Aparcó su coche muggle y se dirigió hacia la entrada. Un cartel redondo por encima de la puerta, con letras doradas indicaba que estaba entrando en El refugio des Bois Enchantés.  

Había varios perros jugando a perseguirse por el patio. Harry sonrió al verlos. Hacía varios meses que no sentía un poco de felicidad genuina. Definitivamente, venir aquí había sido una buena idea. Un chico pelirrojo se acercó a él. 

 —¿Usted es el señor Potter?— Harry asintió con la cabeza —Soy Víctor Collins, hablamos ayer por teléfono. Es por aquí. 

Le indicó un sendero de piedrecitas y se dirigieron hacia lo que parecía el edificio principal. Allí había una enorme mesa de recepción. Detrás de la mesa había numerosas estanterías de madera, de las cuales un chico rubio estaba buscando unos papeles. 

—Draco, ha venido el señor Potter, tenía una cita concertada para hoy. 

El chico rubio se quedó paralizado y se dio la vuelta muy lentamente. 

—¿Potter?

—¿Malfoy? 

Habían hablado a la vez. A Draco se le habían caído todos los papeles de las manos, que revoloteaban ahora alegremente a sus pies. 

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