(Mito de los cashinauas del noroeste del actual Brasil)
Yasá, una joven y hermosa muchacha, se había enamorado de Tupá correspondía a ese amor.
Pero el maligno Nangá, del mundo subterráneo, vio un día a la hermosa Yasá y se prendo de ella. Fue a ver a la madre de Yasá y le prometió abundantes alimentos y riquezas si hacía que su hija se casará con el.
Entusiasmada, la madre de Yasá le ordenó a la hija que se casará con Nangá y le prohibió que volviera a ver a Tupá. Yasá tuvo que obedecer a su madre: iría a vivir al mundo su subterráneo con su prometido Nangá, y ya no volvería a ver la luz de sol. Como regalo de compromiso le pidió a Nangá
_Dejame ir al cielo para despedirme de Tupá. Luego nos casaremos.
_Esta bien_ dijo Nangá_ Pero te haré un corte en el brazo para que las gotas de ti sangre señalen ti camino; así, si intentas escaparte, podré seguirte.
Yasá partió al cielo recién despejado. Mientras avanzaba, las gotas que caían de su brazo herido formaban en el cielo un arco rojo. Pero cuanto más avanzaba, más débil se sentía. Tupá la vio de lejos, y mando al cielo, al mar, a la selva y al sol en ayuda. Cada uno fue dibujando una línea de color para guiar a Yasá: celeste, azúl, verde, amarillo. Y al contacto con la sangre, algunos de esos arcos de volvían anaranjados y violetas.
Pero Yasá, más débil a cada paso, no pudo llegar a su destino: fue cayendo lentamente de regreso a la tierra, y allí murió sin Tupá ni Nangá, sin alcanzar el cielo no casarse en el mundo oscuro.
Tan solo quedó de ella si camino en el cielo, que a veces vuelve a salir tras una tormenta u al que llamamos Arcoiris
