Independientemente de los actos buenos o malos, las malas decisiones, oportunidades perdidas, tropiezos tontos, somos seres humanos y todos tenemos el permiso para equivocarnos y así, quizás, hacernos más fuertes cuando sea la hora de levantarse.
"Sensei..." Suzume Yosano murmuró, deslizando suavemente la puerta para no causarle un infarto al joven maestro. El contrario se encontraba ensimismado en su trabajo y en la organización de unos cuantos papeles importantes, al parecer de ella.
Él alzó la mirada hacia su interlocutor. Sus gestos se suavizaron en segundos y un ligero rubor se quedó plasmado en sus finos y angulosos gestos, denotando bondad y sinceridad mezcladas. Un brebaje muy doloroso que, al tomarlo, era imposible no caer rendido ante aquellos efectos benignos, o malignos.
El corazón de la chica se comprimió, ya sea por un fallo en su marcapasos, o porque en realidad observar a quien uno ama causaba tal padecimiento cursi. Ese rubor fue lo que terminó delatándolo."¿Eh, Chun-Chun? ¿Qué haces aquí? Todavía estoy con unos asuntos..." Mintió, era súbitamente notorio.
El adulto no atendía asuntos de trabajo, mas bien, planificaba su próxima cita con la chica ante sus ojos. La graduación estaba cercana después de todo, y Shishio esperaba celebrar con Suzume el día donde finalmente pudieran profesar su amor libremente y sin ocultarse de ningún otro.
Para mala suerte del mayor, su alumna ya sabía que su novio estaba planeando algo para ellos. Él era tan fácil de leer.
Suzume sonrió.
"Sensei."
"¿Uhm...?
"Gracias."
La chica le regaló una de sus miradas más enternecedoras y una sonrisa que ocasionó que su rubor llegara hasta al extremo de tener que ocultar su rostro por la enorme vergüenza. Él no sabía el por qué, pero le encantaba que únicamente dedicara esas expresiones hacia su persona.
"Sensei, te amo."
Shishio-sensei prefirió un beso sobre permanecer otro momento más entre ese mar de papeles. Después de todo, los besos a escondidas siempre han sido considerados como los mejores y con sabor a fresa.