One Shot

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De haber pasado un fin de semana en una cabaña campestre, una familia compuesta por cinco miembros, por el padre era conducida a la ciudad. No obstante, a medio camino curveado una tormenta los sorprendió; y para evitar accidentes, sobre un paraje rodeado de árboles y una gigantesca pared montañosa se detuvieron.

Minutos ulteriores y calculado que el peligro había pasado, el jefe de aquella familia retomó su actividad, la cual consistía en manejar una moderna camioneta, mientras que la madre-copiloto hablaba de las cosas que debían comprar en el momento de estar en área civilizada.

Por su parte, el que era el hijo mayor, más serio no podía estar: una, por haber sido obligado a ir a ese aburrido lugar donde WiFi era lo único que no había y dos, porque precisamente con sus amigos nunca pudo tener comunicación ni aún por teléfono al haber querido su progenitor toda su atención.

El menor jugaba con su hermanita; y que, debido al abrupto e inesperado frenazo, el juguete que se mostraba hubo ido a parar debajo del asiento de su progenitora. Ésta además de estar regañando a su irresponsable esposo miraba lo que él con gesto fruncido y sorprendido.

— ¡Por todos los cielos, ¿quién es?!

— Yo más bien preguntaría ¡¿de dónde demonios salió?!

En medio del carril por el cual circulaban había una pequeña de aspecto sucio, empapada, temblando y llorando no sabiendo con certeza si por la oscuridad, la soledad o...

— ¡Richard! — Ellen exclamó al verlo abandonar el vehículo. Por supuesto lo hubo hecho a consecuencia del miedo que se hizo de ella. ¡Claro! Pudiera tratarse de una emboscada para asaltarlos aprovechándose de estar a la mitad de la nada. Sin embargo...

Al percibir que la chiquilla, apoderada de su temblor negaba con la cabeza a lo que el hombre le hubo cuestionado...

— Terry, cuida de tus hermanos — ordenó la mamá, ya que su intención era bajarse para ir a lado de su esposo.

Hecho así, éste en el instante de verla...

— Llévala contigo — ordenó también.

— ¿Adónde vas?

— A cerciorarme de que verdaderamente esté sola

— Richard, no. Mejor llamemos a la policía.

— Será imposible conseguir comunicación. Llévala al auto para quitarle eso mojado.

Entonces, porque una cadena de estornudos se hizo presente, Ellen acató lo pedido por Richard. Y en lo que él recorría el lugar... tres pares de ojos no se despegaban de lo que se avecinaba, siendo el chico menor el primero en preguntar:

— ¿Quién es, mamá? —, la cual en el asiento delantero colocaba a la encontrada.

— No lo sé, hijo —; y frente a una clara mirada se cuestionaba: — ¿cómo te llamas, cariño?

— Ca... – fue lo único que se pudo decir. El castañeteo era tan fuerte que...

— Terry, dame la frezada.

Por traerla encima se quejaron:

— ¡Pero yo también tengo frío!

— ¡Obedece! — lo reprendieron; y Cookie, servicial, ya tomaba una punta para pasarla a su madre que, en cuestión de segundos, desnudó a la niña; y con la manta encima empezó a frotarla para darle calor. Uno que aparecería pronto, en cambio Richard no. Y por lo mismo...

— ¿Puedes quedarte al pendiente de ellos?

Lógico, la petición hubo ido dirigida al mayor de los hermanos que como respuesta tronó la boca y giró el rostro a la ventanilla donde en su vidrio apoyó la frente pidiendo en su mente ya largarse de ahí.

Encuentros FurtivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora