Ninguno de los dos era capaz de moverse, no podían dejar de mirarse el uno al otro. Odette sabia claramente el tipo de mirada que Adam le regresaba era asco y dolor, y aunque ella ya esperaba algo así, no pudo evitar sentir como la amargura y la desesperación crecían cada vez más en su interior a cada segundo que pasaba. Adam quería correr, alejarse lo más pronto posible de ella, pero notaba algo en Odette que lo detenía, parecía dolor, tal vez miedo, Adam no podía saber lo que Odette realmente estaba sintiendo, y eso lo hacía sentir asustado de algún modo.
-Perdón -fue lo único que pudo decir Odette antes de ver como Adam comenzaba a caminar.
Él no sabía si debía responder, o esperar a que ella dijera algo más, pero al final, decidió ignorar todo, incluyéndola a ella.
-¿Qué paso? -pregunto Sebastián cuando vio a Adam caminar hacia a él.
-No dudo en dar su apoyo para la propuesta de la familia real, seguimos igual.
-O tal vez peor –Adam lo miro rápidamente sin querer creer eso- ellos pueden renovarlo siempre que quieran, y no se avisa hasta varias horas después de que se firme –Sebastián tenía razón, pero Adam no quería escucharlo, no en ese momento.
Un tema como el Contrato real podía llegar a ser algo delicado, originalmente consistía en un intercambio de personas por recursos. Tras la guerra mundial que destrozo prácticamente a cada país involucrado, los que tenían algo que ofrecer recibían apoyo de parte de Rusia, el único país que por alguna razón había quedado fuera, y, por lo tanto, el único que tenía recursos para levantar a las demás naciones. 108 años habían pasado desde el fin de la guerra, y cada país había decidido colocar a un monarca, el problema con los monarcas, era que solo les importaba quedar bien con Rusia, y no la reconstrucción de su país, o al menos así era con España.
-No quiero ser parte de “eso” se supone que ella no apoyaría la propuesta para la renovación del contrato, ella dijo que no –dijo Sebastián, y mientras Adam notaba como sus palabras salían cada vez más lentas y tristes.
-Pero no lo hizo –le contesto Adam sin vacilar ni un poco –tú no te vas a ir Sebastián, sabíamos que algo como esto también era una posibilidad, no estamos completamente derrotados, pero tenemos que prepararnos para lo que sigue. Dile a los demás, nos vemos mañana en mi casa, a las 4, que sean puntuales.
Sebastián podía saber con facilidad que su amigo no estaba bien, Adam y Odette habían sido amigos desde que eran muy pequeños, y desde el inicio se habían llevado muy bien, tal vez por eso, tanto Sebastián como Adam pensaban que ella los iba a apoyar sin dudar. Sebastián no estaba seguro de obedecer a lo que Adam le había dicho, probablemente lo había dicho solo por enojo, pero tampoco podía ignorarlo, o probablemente eso molestaría mucho a su amigo, decidió que haría lo que le había pedido Adam, ya mañana estaría más tranquilo.Odette no dejaba de pensar en Adam, su mirada se había quedado completamente guardada en su memoria, solo pensaba en como la ignoro, en como prefirió irse cuando era más que claro que lo necesitaba. Pero tampoco podía reclamarle o pedirle que volviera ¿cierto? Odette estaba consciente de lo que él quería, lo que todos querían, y ella no pudo hacer nada. Odette no había querido que las cosas pasaran de ese modo, pero se había inclinado más por su comodidad, y ahora la culpa de no la dejaba sentir nada que se le aproximara en lo más mínimo.
-Odette, ¿Qué haces aquí? -pregunto la institutriz que le habían asignado pocas horas antes- debes estar en el salón festejando, este es tu momento.
Era un momento al que Odette había renunciado, ¿Cómo festejaría cuando Adam la hibia mirado de esa manera? Pero simplemente camino hacia el salón, solo podía pensar en lo que Adam debía estar pensando de ella. Al llegar lo primero que vio fue que su familia y el magistrado estaban borrachos y no paraban de reír, eso le hizo pensar en el tiempo que probablemente había pasado y no había notado, todo eso le causo repugnancia, no solo hacia ellos, también hacia ella misma, no entendía cómo había aceptado la propuesta sabiendo lo que eso implicaba, su comodidad no era justificación valida en ese momento, pero no quería que sus padres también tenían algo que ver con esa decisión. Así era Odette después de todo, nunca admitía que obedecía a sus padres sin reclamo alguno, todo tal y como se lo pedían, y de algún modo veía en Adam su libertad.
Entro al salón con una sonrisa y una postura dignas del momento y la situación frente a ella, saludo a cada uno de los asistentes, hablo con personas importantes, y más tarde se sintió culpable por disfrutar de la fiesta.