Lluvia

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Estaban empapadas. Empapadas y un poco rotas, a decir verdad.

El rodaje de la temporada cuatro estaba siendo extremadamente divertido y, bajo su punto de vista, estaba quedando perfecta. Los guiones eran increíbles y el equipo lo estaba dando todo para que esta nueva fase de la serie fuese mejor que nunca.

El hecho de que los capítulos fuesen más largos, daba lugar a tramas más elaboradas, a silencios necesarios que antes no podían ser, a que todos los personajes se lucieran. Por lo general, estaban contentas. Su pequeña serie ya no era tan pequeña y todos estaban trabajando duro para estar a la altura que se merecía.

Suponían que, cómo se sentían en aquellos momentos, era parte de la evolución de propia serie. La escena que había tocado rodar esa noche era complicada.

Luisita y Amelia habían explotado. Durante toda la temporada, debían lidiar con todos los obstáculos que se les presentaban y no eran pocos. El universo era el hilo conductor. Ese baile astral que, desde aquí abajo, parecía mandar señales constantes sobre la relación de las protagonistas. Ese "todo infinito" que parecía estar cebándose con las chicas. Luisita le gritaba al cielo con rabia, porque, si todo aquello era lo que tenía que ser, lo que el cosmos dictaba como inamovible, le parecía que ya era suficiente. El universo, en su infinita sabiduría, se estaba ensañando con ellas.

La preparación previa a la escena, fue difícil. En medio de una calle, en mitad de la noche, el equipo había instalado una estructura altísima que simulaba una lluvia intensa en la ciudad. Luisita y Amelia debían discutir bajo ella. Debían escupirse todo lo que llevaban semanas guardando. Todo lo que habían callado para no dañar a la otra e, irónicamente, ese silencio era el causante del dolor que vendría en esa secuencia.

Paula estaba seria. Concentrada. Pensando en lo que debía hacer después.

- ¿Estás lista? – preguntó Carol, sentada a su lado.

- No lo sé. – dijo Paula, mirándola con una sonrisa que ya denotaba tristeza.

- Va a salir bien, ya verás.

- Lo sé. No se nos da mal esto. – contestó con ternura y Carol le dedicó una sonrisa.

- No. Hacemos un buen equipo.

- Sí.

Paula miró al suelo y soltó todo el aire que contenían sus pulmones en un suspiro lento.

- Hacemos un buen equipo.- repitió la valenciana.

Carol observaba su perfil con atención. Como si quisiera hacer una captura mental de cada rasgo de su compañera de trabajo. Como si no se supiese de memoria cada peca, cada lunar, cada gesto. Como si no pensase en ese rostro cada minuto de cada día.

- ¿Salimos ya? – dijo Paula levantado la vista rápidamente. Encontrando los inmensos ojos de su compañera sobre ella.

- Sí. – dijo nerviosa al sentirse descubierta. – Vamos fuera a empaparnos de tristeza. – y, la sonrisa que siempre portaba, no le llegó a la mirada.

Las gotas caían sobre ellas, nada más poner un pie fuera del camión de maquillaje y vestuario. Caminaron juntas hasta la mitad de la calle y se pararon ahí. Una junto a la otra. Cerraron los ojos y echaron la cabeza hacia atrás. La lluvia ficticia caía sobre ellas, mientras todo el equipo las observaba fascinados.

- ¿Puedo abrazarte? – preguntó Carol manteniendo la posición, mientras el agua la iba calando hasta los huesos.

Paula la miró confusa. Tuvo entrecerrar los ojos, molesta por el líquido que resbalaba por su rostro.

Lluvia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora