1.- El chicle

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AVISO: Los nombres de esta historia han sido cambiados para proteger la identidad real de las personas involucradas.

¡Espero que lo disfruten!

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Calama, Provincia del Loa
2da región de Chile.
De Marzo a Abril del 2015

Cuando tenía 16 estaba empezando 3ro medio, mi liceo era técnico profesional y había elegido la especialidad en mecánica automotriz. Esperaba salir exitosa de ese nuevo reto y como sucedía en todas las generaciones, mi curso, el B, se juntó con "el curso de al lado", el A.
Ese curso con el que siempre habíamos peleado de chicxs, eran ahora nuestrxs compañerxs. Bueno, para ser más precisa, en el B estabamos todxs lxs que habíamos elegido mecánica y en el A todxs lxs que habían elegido gastronomía. Pero solo nos separabamos en las clases de la especialidad y todas las otras clases: matematicas, lenguaje, historia e inglés las teníamos juntxs.

El colegio era un lugar muy grande, pero el sector del liceo era bastante pequeño. Así que cualquier cosa que pasara en el sector central se veía de todos los puntos del patio. Y por eso, más el hecho de que hubieran juntado los cursos, empecé a hablar con muchísimos compañeros con los que nunca había hablado antes, pero que siempre había visto.

Había un grupito de 3 cabros que siempre andaban juntos por ahí, los tenía registrados en mi memoria desde que llegué al colegio en 6to básico. Siempre andaban haciendo maldades, cuidandose y riendose de Dios sabe qué cosas.
Ellos eran Sergio, Pablo y León.

Sergio era gordito, usaba lentes y era risueño.
Pablo era flacucho, solía tener granos y siempre tenía cara de maldad.
Y León era esbelto, siempre se andaba poniendo rojo por todo y era muy vivaracho.

Más temprano que tarde empecé a juntarme con ellos, reírme con ellos, taparles las tonterías y mentir por ellos unas cuantas veces, porque si tengo una bendición de la vida, es que me cargo una cara de niña buena que no me quita nadie.

Al pasar el tiempo León y yo nos fuímos volviendo más cercanos y decidí que realmente y sin darme cuenta, me gustaba y me gustaba mucho. Me preguntaba si a él le pasaba igual. Sus amigos lo molestaban, nos sacaban fotos a escondidas y él sin disimulo demostraba un gran interés en mi. Solía ir a mi pupitre y sentarse en él para conversar conmigo. Mirándome desde arriba, a mi me encantaba que hiciera eso, ¿por qué? No tengo idea, tonterías de adolescente acalorada.

Resultó que un día entrando a la sala, empezamos a bromear sobre besarnos, y él, que nunca podía evitar ponerse rojo, corrió la mirada rápidamente y dijo:

-Yaa, Naty, ¿cómo así? -rió.- Invitame aunque sea un chicle primero po.

Sus amigos que habían visto y escuchado todo empezaron a soltar tonterías: "O un yogurth, Naty" - "Hasta un kapo sirve" - "Si te sobra plata comprame uno a mi también."

Me reí con ellos y no volvimos a tocar el tema. Pero mentalmente no podía dejar de pensar que se me había metido entre ceja y ceja agarrar a besos al idiota de León. No era una opción no hacerlo. Así que así fue como empecé a planear mi conquista.

Un día sábado, día que por lo general iba a almorzar a la casa de mi mamá, decidí llevar acabo mi gran idea.

-¿Puedo salir con un compañero de curso? -le dije a mi mamá.

-¿Quién?, -saltó de inmediato- ¿cómo se llama?

-León. -sonreí.

-¿León? -puso cara de dramatismo.- ¡Tiene nombre de rey malvado!

-¿Qué?

-Nada. -se rió.- series que veo por ahí. ¿Y necesitas plata?

-Si me das 500 pesos sería muy feliz. -dije con simpleza.

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⏰ Última actualización: Oct 02, 2023 ⏰

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