Dolor

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El dolor puede alejar a cualquiera de casi todo. El dolor es capaz de obligarte a hacer cosas que nunca pensarías hacer, como culpar a Dios de tu infelicidad.
Dolor..., una simple palabra pero tan llena de significado. He llegado a comprender que el dolor es la emoción más fuerte que alguien puede llegar a sentir. Al contrario que cualquier otra emoción, es la única que todo ser humano tiene garantizado sentir en algún momento de su vida, y no hay ventaja en el dolor, no hay aspectos positivos que puedan hacerte verlo desde una perspectiva diferente..., sólo existe la abrumadora sensación del propio dolor. Recientemente he conocido el dolor de primera mano..., hasta convertirse en algo casi insoportable. A veces, cuando estoy sola, cosa que ocurre más de lo que desearía últimamente, me veo a mí misma tratando de decidir qué tipo de dolor es peor. La respuesta no es tan simple como pensé que sería. El dolor lento y constante, del tipo que sobreviene cuando has sido herido repetidamente por la misma persona, y aun así aquí estás, aquí estoy, permitiendo que el dolor continúe..., y nunca acaba. Sólo en esos raros momentos cuando me estrecha contra su pecho y hace promesas que nunca parece ser capaz de mantener, el
dolor desaparece. Justo cuando me acostumbro a la libertad, a vivir libre del dolor autoinfligido, retorna con otra oleada. He decidido que el dolor ardiente, abrasivo e inevitable es el peor. Ese dolor llega cuando por fin comienzas a relajarte, cuando por fin respiras, pensando que algunos problemas son cosa del ayer, cuando en realidad son parte de hoy, de mañana y de todos los días después de mañana. Ese dolor llega cuando has puesto todas tus esperanzas en algo, en alguien, y éste te traiciona tan completa e inesperadamente que el dolor te machaca y te sientes como si casi no pudieras respirar, apenas aferrada a esa pequeña fracción de lo que sea que quede en tu interior y que te suplica que sigas adelante, que no te rindas. A veces la gente se aferra a la fe. A veces, si eres lo suficientemente afortunado, puedes apoyarte en alguien y confiar en que te
apartará del dolor antes de que te instales en él demasiado tiempo. El dolor es uno de esos lugares horribles que, una vez los visitas, debes luchar para  abandonarlos, e incluso cuando crees que has escapado, descubres que te han marcado de forma permanente. Si
eres como yo, no tienes a nadie en quien apoyarte, nadie que te coja de la mano y te asegure que conseguirás salir de ese infierno. Por el contrario, tienes que atar tus propias botas, coger tu propia mano y sacarte de ahí tú misma.
Tessa Young

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