La miseria

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La torpeza recorre a mi padre que es un bruto. Nunca estudio más allá de lo básico y cuando fracasó dejamos España por sudamerica, y no me arrepiento de sudamerica, aquí hay personas maravillosas; me arrepiento por España, porque allí las cosas hubieran sido diferentes. Mi padre se evocó a su templo a pastorear y mi madre le seguía como toda mujer doble cara que abraza al marido cuando en realidad lo odia culpandolo por la miseria en la que vive. El hecho es que me dejaron lo suficientemente sola a los dieciséis como para que la poca compañía que tuviese, fuera en mi cama. Eran tan mojigatos, mis padres, los padres de él. No sé enteraron del aborto hasta que me detectaron el cáncer cinco años después. Mi padre lloró, como lo hace todo ser que ha fallado en algo que no tiene solución. No me habló cinco días, yo no le hablé en un mes.

Ayer supe que lo estafaron con cinco mil de la moneda local, mi madre a escondido la pistola, desconoce que no tiene balas, mi padre es tan cobarde que nunca le compró balas. Lo sé por qué yo ya le he apuntado.

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