Carta de Historia

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Me costó mucho poder escribir sobre ti, mi gran primer amor.
Esta es una carta contando nuestra historia, para conservarla a través del tiempo, con la esperanza de que algún día cuando nos volvamos a encontrar, puedas leerla en forma física.
Quizás dentro de un par de años en alguna Universidad, en algún bar o quien sabe, tal vez algún día cuando me decida darle una oportunidad a los bailes y boliches que visitas cada noche.
Quizás te encuentre allí, en el lugar donde menos creí.

En donde menos pensé en buscar.

¿Recuerdas aquellas mañanas de primavera dónde cada mañana llegaba a tu casa con un ramo de flores chiquitas amarillas exclusivamente para ti?
No sé si lo sabias pero... Cruzaba un campo completo solo para ir a verte, en el camino recogía las flores que más me gustaban y antes de arrancarlas les contaba que eran para ti.

Si me daban su permiso para tomarlas y así poder regalártelas y ver esa sonrisa llena de timidez, la mitad de tu rostro tapado por tu cabello oscuro largo al estar al frente de un niño que llegaba con flores para ti, sin conocer más que su nombre.
Bueno, tengo que confesarlo, dos o tres veces arranque flores del arbusto de tu vecino, pero no le digas nada ¿Va?

Recuerdo que cada mañana me levantaba pensando si te vería ese mismo día también, por más que no me dirigieses la palabra y que no charláramos en lo absoluto, solo que recibas las flores y estemos un par de segundos intentando hablar y por los nervios no lograrlo, pero el simple hecho de cruzar todo ese campo con algún que otro bicho peligroso que me costaría la vida si me lo cruzase, valía la pena.

Te juro que valió cada segundo que me mirabas a los ojos y tímidamente tomabas las flores acompañado de un simple gracias tartamudeante.

La verdad no recuerdo cuántas veces fui a darte flores, cuántas veces volví contento a casa después de darte las flores y mirarte.
La verdad es que los raspones que me ligaba por el camino al atravesar todo aquel campo, no importaban en lo mínimo, luego se curarían, me retarían por no tener cuidado y que no sea tan despistado.
Pero eso poco me importaba.

Las veces que tu abuela me miraba con cara de: ¿Este niño está pendejo o qué? de seguro me rompió las plantas de nuevo...
Son un recuerdo incrustado en el alma que tengo de ti, de nuestro amor infantil, del tiempo que fui feliz incondicionalmente.

Aun no entiendo porque te fuiste sin avisar, sin dejarme una carta, o un aviso... Algo mínimo...
Sabes, después de enterarme de tu partida repentina fui varias veces para ver si ya habías regresado, pero no, simplemente desapareciste y no supe nada más de ti... Sólo que volviste a casa de tu madre, y que no sabrían cuando regresarías...

Los años pasaron, la casa en la que alquilábamos ya no podíamos pagarla o simplemente el dueño nos corrió, no lo sé, la verdad es que no sé que sucedió en ese entonces, solo sé que me puso triste tener que irme de donde estaba creciendo, donde a menudo construía circuitos de barro, donde escalaba árboles y hacía espadas y armas con las ramas caídas, donde la copa del árbol de mora era mi lugar de reflexión y/o de escapatoria del cinto de mi madre por alguna que otra macana bien mandada que me mandaba.

Nos mudamos por muchas casas dentro de la misma ciudad, conocí muchas personas, digamos que al ingresar a la secundaria tuve mis etapas, dando oportunidades a las personas que querían estar conmigo, no sé que veían en mi pero bueno, al parecer mi pelo largo les atraía o era mi rostro pálido quien las entretenía, quizás mi físico quien las atraía, o tal vez tenía un cartel en la frente que decía "usar una vez y desechar" no lo sé.

Mis relaciones amorosas no fueron lo mejor que podría contar sobre mi vida, si me pides que te cuente algo de mí, créeme que esto no sería algo de lo cual hablaría para iniciar.
En definitiva, gracias a esto de estar dando oportunidades sabiendo cuales eran sus intenciones, me gane la etiqueta social de "Gato" o título, llamarle como quieras.