Después de una larga y tediosa jornada de historia, la campana finalmente había sonado dando por finalizada la clase, que tras un largo monólogo sobre el fin de la Primera Guerra Mundial y como ésta afecto la economía mundial y demás aspectos sociales ya comenzaba a sonar demasiado aburrida, y tanto su conciencia como el resto de su cuerpo comenzaban a resentirlo, sintiéndose algo adormilados. No es que odiara la historia, es solo que su maestra hablaba con tanta parsimonia que su voz sonaba más como una canción de cuna, que con cada frase dicha le iba arrullando invitándola a soñar; y sabía de sobra que no era la única que se sentía de esa forma. Y por más que refunfuñara entre dientes por el estruendoso y molesto sonido de la campana, debía de admitir que aquello era un mal necesario que le ayudaba a poner en alerta nuevamente sus sentidos; y tal como un alarma, siempre lograba despertarla tanto a ella como al resto del alumnado.
Una a una todas las alumnas se fueron retirando del aula, dejando dentro a una sola persona. Se trataba de una de las alumnas que se sentaba casi al final de la fila que estaba justo al lado de la ventana, y que se había retrasado copiando unos apuntes que otra compañera le había prestado. Ella tuvo que retirarse un poco antes el día anterior y por eso no llegó a tomar la última clase, sin embargo, su amiga muy amablemente le ofreció los apuntes que había tomado de esa clase, y ella después de solo unos minutos más, en los que se dedicó a copiar todo sin omitir nada, finalmente logro acabar. Fue entonces que prefirió buscar a su amiga para devolverle su cuaderno, y no necesito pensar demasiado sobre su paradero, ella sabía perfectamente bien dónde buscarla, así que, tras acomodar sus pertenencias encaminó sus pasos hacia ese lugar.
Cuando llegó a la sala del Concejo Estudiantil abrió la puerta de forma estrepitosa, casi arrepintiéndose por no llamar antes. Cualquiera sabía que en ese lugar se reunían las personas más importantes del alumnado, y que por lo tanto debían de guardar respeto, pero la costumbre le ganó está vez. Sin embargo, después de dar una mirada dentro pudo notar una única silueta en el lugar, y no era exactamente a quien estaba buscando.
Aún a la distancia fue capaz de reconocer a esa persona, y mentiría si dijera que no le alegraba verla. Y sonrió. Sonrió por primera vez sin tener que contenerse ni ocultar su dicha. Después de todo, esa persona no era cualquier persona. Era a ella a la primera persona a la que buscaba con la mirada todas las mañanas cuando llegaba al establecimiento, y no podía evitar sonreír de forma boba cuando podía encontrarla, aunque claro, siempre debía de contener su emoción por temor a que alguien pudiera notarlo y llegará a sospechar de sus sentimientos; algo que no podía permitirse. Sin embargo, la culpa y la molestia consigo misma hacian que se sintiera demasiado frustrada por tener que ocultar sus sentimientos, dificultando incluso el poder hablarle, cuando por dentro moría de ganas por decirle algo aunque sea un simple: «Hola», y que ella la mirará con esa hermosa sonrisa curvando sus labios y que tanto le caracterizaba, y que sin proponérselo siempre tenía el mismo efecto en ella: robarle el aliento; y solo eso bastaba para cambiar su ánimo, y sólo eso necesitaba para mejorar su día. Eran muy pocas las veces en las que le había hablado primero, más bien era la mayor la que siempre se acercaba a su grupo de amigas e iniciaba alguna conversación; un saludo o alguna pregunta al azar, siempre siendo el centro de atención, siempre llamando la atención de todas las alumnas, quizás demasiado para su gusto, pero que podía hacer si eso era algo tan natural en ella siendo alguien de una personalidad tan extrovertida y alegre; y quizás la parte que más le atraía de ella. Suspiró recordando aquello. La verdad es que el pensar que esa sempai a quien admiraba en secreto le sonreía a todas las personas por igual, le dolía; y le dolía porque sabía que no había nada en sí misma que destacará lo suficiente como para llamar la atención de la mayor. Pero ¿qué podía hacer si ni siquiera tenía el valor para hablarle? Entonces sintió un nudo formarse en su garganta, la frustración consigo misma le provocaba unas ganas enormes de llorar, pero aún con los ojos cristalizados se negó a dejar salir ni una sola lágrima. No podía, ella no era la clase de persona que llorara por todo, y aunque siempre se mostraba segura y autosuficiente ahora mismo sólo quería lanzar todos sus miedos a la basura y correr a abrazar a su sempai. Pero ¿cómo hacerlo? Si aquello que los demás catalogaban como timidez solo era cobardía, y para su desgracia, ella era la mayor cobarde. Así que, como respuesta a su momento de debilidad sacudió su cabeza en negación tragándose todos esos pensamientos negativos, y si fuera posible, también sus sentimientos.
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Entre Sueños
FanfictionUn día cualquiera la Presidenta del Concejo Estudiantil de Haneoka, se encuentra tomando una siesta en la sala del mismo, cuando una intrusa irrumpe en el lugar. Ella no sólo invade el espacio privado, sino que además logra colarse en los sueños de...