Máscara

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"¿Se va esconder tras algo, tras alguien... verdad? ¿Será lindo vivir así? ¿Tras una máscara y luego no poder quitártela por miedo a saber quién eres en realidad? ¿Que tipo de persona eres y serás?"

. . .

Soy inútil —exclamó para sí misma, aceptando lo que siempre fue y sería. Pero las lágrimas de los ojos caían al ver acunado entre sus brazos a un violín destrozado, desbordándose de entre sus dedos, pequeñas piezas pidiendo ser repuestas.

Brillaban en un filo que cortó su mirada, que pena, no logró verlo completo, las lágrimas volvían a empañar sus ojos avellana. Sintió el peso de las pisadas animales provenientes del pasadizo, se preparó, tratando de sacar las lágrimas estancadas en la periferia de su máscara, estorbaban la vista y sus párpados hacían lo que podían —¿Vanya? ¿Qué sucede?

Lo sentía asomarse por el marco de la puerta, siempre tan indeciso, sin saber cómo responder a sus emociones —No llores —consuelo no es lo que necesitaba, pero era lo único que él reconocía que debía hacer, por ello Vanya trató de recoger las lágrimas que caían en el poso fino de la mascarilla —No sirvo, no hay nada especial en mí. No soy como los demás. —afirmó, tan rápido que tuvo que haber dolido, pero una clave fue lo que fue, para Pogo, ciñendo su ceño en una posición de pena.

Se acercó tímido, con dificultades se agachó y le frotó la espalda —No, no eres como los demás, no necesitas destruir algo para demostrarte.

Vanya pensó sin muchas ganas por qué el chimpancé trataba siquiera de hacerlo sentir mejor ¿Cuál era su valor? Era un desecho, los desechos no valen la pena. No valen la pena ser recompuestos.

Lo sabía por las recurrentes palabras de su padre, quien le recordaba con tanta normalidad lo poco que valía, lo poco de especial que tenía su existencia. Ni siquiera podía tocar una pieza Paganini Caprice.

Se le resultaba difícil, en especial al ver la expresión inerte de su padre. Su alrededor se sentía frío; Pogo se había ido. Es similar al sentimiento que percibía del Señor Monóculo. Algo sobrado, sabiendo exactamente como ella iba a manejar algo o reaccionar ante algo. Como si la conocieran desde siempre, como si sus errores ya no los inmutaran por la molestia, como si ya sus acciones no violaran sus rendimientos juiciosos, como si ya no esperaban nada mejor de ella.

Ya estaba malograda, ¿cierto?

Ya necesitaba esconderse ¿cierto?

Ya necesitaba dejar de asombrarse por todos sus defectos ¿cierto?

Pero solo tenía once.

—No te menosprecies —le hablaron a sus espaldas, un tono familiar, pudiendo desatar algo en su interior, logrando que se voltease a su mirar —¿Cinco? —odió, detestó lo contenta que llegó a sonar en algún punto, pero la llamativa emoción desapareció rápidamente.
—Te decepcioné ¿Por qué me resulta habitual? —se inquirió, paseando por su habitación sin previo aviso o permiso.

Vanya quedaba anonadada, los movimientos de él se veían tan reales; única persona con la cual estuvo cerca, aparte de Cinco, quien hacía lo mismo con aquella exacta gracia; tratar su cuarto como suyo, y estaba más que fascinada. —¿Te haz leído el libro? —preguntó, sin poder anular su frenesí.

Chasqueó los dedos antes de continuar fisgoneando por las anotaciones escritas sobre la partitura, unas concordaban:

"Hacer más énfasis"
"Perfeccionar conjugación"
"Perfeccionar técnica"
"Hacerlo perfecto"
"Ser perfecto"

Entrecerró sus ojos antes de explayar su vista hacia Vanya nuevamente, quien erguida esperaba por su pronunciación —Que si te haz leído el libro —bufó— Obra —corrigió Vanya, y El Agente Número Dos trató de venerar sus estribos, levemente estrujando las hojas.

El control era para algunos, y El Agente Número Siete no era parte de esos 'algunos', basándose en su criterio solo ha de ser él el que poseyese el control, pero Space tomaba la delantera sin previo aviso o permiso

—Y no. No la he leído.

Diego alzó la vista atrás de ella y frunció el ceño, celoso —¿Reginald te deja conservar los posters del musical? —ella negó, elevándose del suelo y volteándose para ir a sacarlos; La familia no guardaba secretos entre ellos, y si uno descubría algo en contra del otro que le pueda ser de utilidad ante la mirada juzgadora del Hargreeves mayor no dudaría ni un instante en delatar, pero este pareció sucumbir —No los saques —trató de tranquilizarla, ella solo paró en seco, sus extremidades justo donde habían quedado al moverse —"Deja que los niños sean niños" ¿no? No vengo a nada malo, Número Siete.

Como si nunca lo hubiese dicho, Vanya no dejó de tensarse, pero una lágrima salió en conmoción —Vanya —exclamó confundiendo al otro —Ese es el nombre que Grace me concibió.

El rubio no quizo reírse, tapó su gracia en un carraspeo, su inocencia era tierna y sistemática, como una carne suave, y aquello era preocupante, gradualmente se la comería —¿En serio te crees lo que un robot te llame? —fue brusco, pero ¿ya qué? Las palabras salieron, no había vuelta atrás —Es lo único que tengo, lo único que tenemos. —Diego fue callado, su hocico se atascó, reconociendo que estaba en lo cierto.

—Damos pena ¿no crees, Diego? —dijo una cobarde, estando sobre sus propios pies, sus extremidades de vuelta en sus lugares, sus ojos bien abiertos ante la pared, sin querer ver su reacción por llamarlo de su nombre.

—¿Cómo me llamaste?

—Diego.

El nombrado se enfureció, percibiendo como la niña lo hacía lucir débil; Diego.
¡No me llames así! —sus ondas sonoras la sacudieron en su sitio, fue cuando ella cerró los ojos y él sus puños.

A zancadas llegó al otro punto de la habitación, allí la pudo sentir temblar, él tembló también.
¿Quién te crees que eres?
—Tu hermana. —Oh, no dudó en sacar las palabras, que entonaban con el nexo de su miedo escondido en agresión.

Vanya se emocionó porque... ella lo sabía.

En las misiones era notorio, Cinco se lo acotó unas cuantas veces "Esconde el terror del pecar tratando de ser el listo, el astuto, el líder, y cuando se lo echan a la cara, por instinto no puede esquivar el sentimiento de explotar y probar lo contrario, haciéndose pasar por el más fuerte".

Se sintió mal al probar la hipótesis sin él.

Él la volvió hacia él, rígida entre sus manos, temerosa entre sus ojos —A ver si eres tan valiente aho- —se cortó, cortó su malicia a la mitad al obtener un charco de lágrimas que se habían conservado en el antifaz, ahora revelando su rostro por completo, gracias a la manera en la cual arrancó lo negro de su frente baja —Entonces... llorabas de verdad. —pareció sollozar, lamentarse de manera mórbida —Pensé que montabas un espectáculo —mucho tiempo con Allison le dió un vuelco a sus prejuicios, extrañamente se sintió como un perro rogando, un perro con sus orejas achicadas y con los ojos grandes brillando. Solo ante el dueño.

Vanya no abrió los labios hasta después de un rato, aunque Diego no la soltase aún, miró la cavidad cristalina al fondo del túnel —Quiero que seas mi máscara, quiero poder esconderme tras tuyo por siempre. —la lágrima deslizó y él sudó frío.

—¿Por qué... ?

Aquí es cuando yo pregunto, Agente cero cero punto cero dos...

¿Ahí fue cuando la empezaste a odiar?

Las Veces que te he dicho "Te Odio" | Diego and VanyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora