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Merlín y Arturo eran muy distintos, nadie podía negarlo; el rubio pasaba las tardes entrenando su destreza y fuerza física mientras que al castaño le gustaba entretenerse entre viejos libros de magia, el más bajo tendía a ser cascarrabias e impulsivo mientras que el más alto era risueño y precavido. El primero era un gran rey y el segundo era su simple sirviente.

Esto no evitaba que se entiendan con gran facilidad, habían sido los mejores amigos del otro desde que Arturo no era más que un soberbio príncipe y Merlín un torpe mago principiante. Se tenían la más grande de las confianzas, lo cual le había permitido al castaño contarle de su magia aún cuando esto podría llevarlo a una condena de muerte.

Arturo demostró ser más leal hacia su amigo que hacia su propio rey y padre, encubriendo múltiples veces al joven que le había cedido su más grande debilidad. Arturo conservo el secreto de su amigo como el tesoro más valioso de todo Camelot, le brindó un lugar seguro para practicar magia e incluso a veces le ofreció ser el objetivo de los nuevos hechizos que estaba aprendiendo, así como él se ofrecía a recibir sus estocadas en los entrenamientos. En algunas ocasiones Merlín se negaba a la ayuda del noble, pero, tras notar que esto lo hacía ver extrañamente decaído, terminaba accediendo a tenerlo merodeando por ahí, aunque esto le impidiera concentrarse.

Últimamente Arturo se comportaba extraño. Sus visitas habían empezado a ser mucho más recurrentes y Merlín nunca fue bueno para decirle que no a su amigo. También le ordenaba que puliera sus botas en su habitación mientras él estudiaba papeles con el ceño fruncido, quedarse al lado del fuego en la noche hasta que él se durmiera, e incluso que le lavara el cabello cuando se bañaba. Apenas le daba tiempo a Merlín para estar a solas, siempre asegurándose de que no se despegara de su lado, lo cual empezaba a agobiarle.

- No tengo ni idea de que le está pasando a Arturo, pero si no lo resuelve rápido voy a asesinarlo – bufó un día sentándose junto con Gaius para almorzar.

- Sé paciente con él, Merlín, ahora es el rey y eso conlleva mucha presión.

- ¡¿Presión?! – exclamó exasperado – esto no es presión Gaius. Cuando está presionado es grosero y demandante, pero no así. Me ordena cosas duras como limpiar los establos con especial ahínco o sostener un escudo mientras él se descarga entrenando. Ahora simplemente se pasea alrededor mío y se asegura de no dejarme solo ni por un segundo. Es mi amigo, pero necesito recuperar un poco de mi espacio personal.

Mientras Merlín devoraba su plato Gaius pensó silenciosamente en que podría tener tan preocupado al joven rey, llegando finalmente a una conclusión.

- Sabes que el consejo quiere que Arturo se case ¿cierto? – el más joven asintió rápidamente con la cabeza – sospecho que esto está en contra de la voluntad del rey.

- ¿Por qué lo estaría? Él podría encontrar a una bella esposa que le proporcione fuertes aliados y buena imagen para con el pueblo, suena a un trato favorable.

- Tal vez este enamorado, Merlín. – el rostro del muchacho se contorsionó confundido – Nunca ha sido un príncipe regular, después de todo sus lazos más estrechos se encuentran entre la servidumbre. No me extrañaría que como rey también resulte peculiar y se enamore de alguien poco "favorable".

- La mujer con la que más apegado parece estar es Gwen.

- Pues ahí lo tienes: probablemente ella sea el objeto de su amor.

Merlín pensó que esto podría sonar bastante lógico, sin embargo, algo no terminaba de cerrarle. Tal vez Arturo si estaba enamorado, pero definitivamente no era de su amiga, Merlín los conocía y podía afirmar que ninguno de los dos miraba con esos ojos al otro. Además, Guinevere mantenía una relación con Sir Lancelot, quien era un fiel amigo y caballero del rey, Arturo nunca se atrevería a meterse en esa relación y traicionar su confianza.

Unilateral - MerthurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora