El día.

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Era un día agradable, Xiao y Aether paseaban por Liyue, comiendo, riendo y sonrojandose como dos adolescentes enamorados, mientras Paimon los seguía, claro.

Aether iba camino al Gremio, a revisar los encargos, al parecer unos Fatui estaban molestando cerca del pueblo Mingyun. Sin más, decidió ir a encargarse de ese problemita, Xiao se despidió y luego volvió a la posada.

Una media hora después, un aventurero entró a la posada pidiendo ayuda, estaba levemente herido. Pero lo que captó la atención del Yaksha fue lo que el hombre dijo “Por favor, pidan refuerzos y envienlos al pueblo Mingyun el chico...no durará mucho más, Signora...los once...el chico rubio no...” y se desmayó.

Preocupado y asustado, Xiao corrió, corrió como si no hubiese un mañana, al llegar hasta el dichoso pueblo, logró escuchar apenas unos ruidos de metales chocando, una batalla. Corrió hacia aquellos sonidos.

Cuando al fin llegó, ahí estaba él, el chico que nunca se rindió, aquel que le llevó Tofu cada día a la misma hora, ese mismo chico, estaba ahí, malherido, sangrando. Antes de que lograra reaccionar, una lanza pasó frente a sus ojos y el tiempo se detuvo, no fue capaz de mover un músculo, estaba inmóvil, mientras esa lanza, esa estúpida lanza seguía avanzando... De repente, todo se tornó rojo, y el chico al que tanto apreciaba se encontraba en el suelo, con una lanza atravesada en el pecho.

Xiao caminó hacia él, deseando que se levantara, que lo mirara y le sonriera de esa manera que tanto le gustaba, pero nada. Se arrodilló frente a él, lo sacudió, no hubo respuesta. Lo sacudió más fuerte, nada.

-Aether...por favor, sabes que te necesito, no me hagas esto...no tú..- decía mientras hacía su mayor esfuerzo por contener las lágrimas. -Xiao...- dijo apenas. Xiao tomó su mano rápidamente mientras acomodaba la cabeza del rubio en su regazo suavemente -Aquí estoy, Aether, estoy contigo, te llevaré a la posada y..- su voz se quebró al ver esa sonrisa dulce manchada de sangre. -No te...preocupes..Xiao...creo que finalmente..no tendré que hacer más encargos- dijo entre débiles intentos de risa. -No digas eso, te llevaré a la posada, lo lograrás, haré que lo logres, no puedes...no puedes irte...- las lágrimas comenzaron a caer descontroladamente. -Xiao..tú y yo sabemos que no resistiré el camino...por ahora..sólo dejame así..me alegra estar contigo al final de todo...- él mantenía su sonrisa, radiante cual sol, como siempre ha sido. -Vamos...no te rindas, no me hagas esto..- suplicaba Xiao, en vano. -Te amo, sé feliz, por los dos, y...lo siento...Xiao.- Xiao ahogaba los gritos con un llanto desesperado, estaba desesperado, quería salvarlo, costase lo que costase. -Aether..yo...también te amo.- dijo tratando de sonreír. -Qué alivio..- dijo Aether mientras el guardian hacía su mayor esfuerzo por dedicarle una sonrisa. -Aether, gracias..por no rendirte conmigo, creo que...me hacías falta..- el chico de cabellos dorados ya no estaba escuchando, su esencia ya no estaba, él no estaba, su luz se había apagado, Aether había muerto.

Seguido de esto sólo se escuchó un grito, un grito desgarrador, un grito que expresaba dolor, tristeza, arrepentimientos, ese grito dejó salir todo aquello con lo que el Yaksha había cargado durante siglos.

La Signora había estado observando la escena sin hacer un mísero movimiento, solo miraba sufrir a aquel chico, y al parecer lo disfrutaba. Nadie sabía que hacía ella ahí, nadie se lo esperaba, mucho menos este famoso viajero.

Xiao cargaba con Aether en sus brazos mientras los refuerzos de Liyue pasaban junto a él, una batalla se había desatado justo detrás de él, pero eso no le importaba, él sólo estaba preocupado por ese chico de cabellos dorados, los cuales le recordaban a las hojas del otoño, la época en la que se conocieron, la época que marcó su vida, esa misma que lo hizo tan feliz, pero que sin embargo había terminado, al igual que la vida de su persona especial. Paimon, quien había estado mirando en silencio, tan sólo podía llorar, había perdido a su mejor amigo, aquel que le salvó la vida de una manera un poco...particular, ese mismo con el que había viajado por tanto tiempo, con el que había escaldo innumerables montañas y nadado ríos gigantescos, él ya no estaba, y ella no pudo hacer nada para salvarlo.

//Bueno, esa fue la pequeña historia que se me ocurrió a las 4 de la mañana, y a decir verdad hasta yo lloré, espero les haya gustado^^ y no, no pago terapias, eso es todo, ¡adios y gracias~!🍃

Lo siento, Xiao. [XiaoAether]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora