En un lejano reino vivía una bella princesa que disfrutaba convivir con la naturaleza. Cierto día, cuando paseaba por los verdosos bosques de su reino, un malvado hechicero, que había tomado la apariencia de un hermoso príncipe, gritó pidiendo ayuda.
—¡Auxilio, auxilio!... He caído en la trampa de un horrible cazador.
La inocente princesa corrió cuanto pudo para ver que pasaba.
—¡Dime que te ha sucedido! —dijo con preocupación.
—¡He quedado atrapado en esta terrible jaula de acero.
Ella al ver que tan sólo un pequeño candado lo aprisionaba; agarró, con mucho cuidado, una roca y la rompió. Y de esa forma el hechicero había quedado libre. En agradecimiento él la invitó a su reino; pero la princesa, que había oído las recomendaciones de sus padres, se negó a acompañarlo.
—¡No debo alejarme! Es el consejo que me han dado —dijo.
Él malvado hechicero tenía la intensión de secuestrarla y pedir luego un inmenso rescate. Con la intención de convencerla le ofreció deliciosos manjares, joyas y muchos vestidos, pero no aceptó. Él sabía que si se la llevaba a la fuerza ella gritaría, los guardias del reino la escucharían, irían en su ayuda y él terminaría muerto. Así que le ofreció cosas que ella nunca había visto.
—¡Oh, princesa! En mi reino tengo a los animales más fantásticos que puedas imaginar —dijo—. Ahí existe un ave que posee plumas doradas con las que se confeccionan los vestidos más hermosos del mundo.
Él taimado hechicero vio como los ojos de la princesa brillaban por las maravillas que oía, y aprovechando su asombro prosiguió:
—Podrás ver a la gran jirafa de Amarucancha, cuyo cuello es tan largo que te llevará hasta el cielo en donde dormirás sobre las suaves nubes —dijo con más intensidad.
Cuando la princesa estaba completamente fascinada, el malvado hechicero decidió contarle de su más grande posesión.
—Haya por las montañas de de mi reino muy cerca a un gran volcán se halla una flor única en su tipo —dijo—. Es tan valiosa que es codiciada por todas las princesas del mundo. Y yo que he quedado enamorado por tu gran belleza te la regalaré si aceptas acompañarme. Te prometo también que ni bien la tengas en tu poder te traeré de regreso a tu reino con prontitud.
La princesa, finalmente, decidió acompañarlo. Ambos se dirigieron hacia un rio en donde se hallaba un barco que estaba siendo custodiado por un enorme pez. Cuando subieron al barco el hechicero dio la orden de navegar a toda marcha en dirección a su reino. Él soñaba de placer al pensar en lo fácil que había sido engañarla. Por lo que al sentirse muy feliz dedicó cánticos a su ingenua acompañante.
A medida que se acercaban a los dominios del hechicero, el pez descendió y desapareció en el rio. Él, mientras tanto, acercó el barco al orilla, y ayudó a la princesa a descender para luego tomarla de la mano y guiarla por un silencioso bosque hasta llegar a su reino.
—¡Mirad, princesa! Este es el reino de las maravillas —dijo.
Ella muy entusiasmada le pidió que le enseñara al ave dorado para recoger sus plumas y llevarla a su reino para que le fabricaran un reluciente vestido. Pero cuando el hechicero la llevó al hogar del ave, sólo vieron plumas negras esparcidas por todos lados. Entonces, la princesa le pidió que le mostrar la gran jirafa de Amarucancha, sin embargo, cuando llegaron también tuvo la misma desilusión. Ya que observó como un viejo y gigantesco árbol luchaba por permanecer en pie mientras el viento golpeaba sus secas ramas. Ella muy desilusionada por no haber visto a los fantásticos animales que le había prometido. Hizo el último pedido.
—Deseo ver a la flor más preciada de tu reino.
—Muy bien —dijo el hechicero.
Ambos recorrieron un empedrado camino por el cual llegarían al volcán, morada de la valiosa flor.
—Es lo más bello que he visto —dijo la princesa.
—Por supuesto que lo es —dijo el hechicero tramando su terrible plan—. Esta flor es única e invaluable. Es tuya; pero si la tomas con tus delicadas manos, estas arderán por toda la eternidad.
La princesa no comprendía lo que le decía.
—¿Por qué dice que me arderán las manos?
—Lo que sucede es que aquella flor está compuesta de lava ardiente —dijo—. Pero hay una manera de que puedas llevártela. Si tú prometes decir mi nombre tres veces yo te daré un recipiente especial que contendrá la temperatura de la flor y de esa forma podrás llevarla a tu reino. La princesa aceptó sin titubear, y cuando hizo lo que le ordenó, su cuerpo comenzó a cambiar hasta convertirse en un majestuoso ave de plumas doradas. El hechicero se burló al verla transformada, diciéndole que ya nunca más regresaría a su forma humana. Revelando, entonces, su verdadera apariencia. Después se marchó del lugar entre risas. La princesa estaba muy triste por lo había pasado. Lloró tanto que sus llantos llegaron a los oídos de una preciosa avecilla.
—¿Qué te ocurre? —le preguntó.
—Por mi desobediencia y ambición he sido atrapada por un cruel hechicero, después de haber repetido su nombre tres veces. Por lo que ya nunca más podré volver a mi hogar —respondió la princesa.
La avecilla compadecida le dijo que sólo había una forma de recuperar su cuerpo.
—Debes aletear con tanta fuerza para que tus plumas se desprendan y se eleven por el cielo —dijo—. Cuando esto suceda, el hechicero vendrá de inmediato a ver que está pasando. Y es en ese momento que volverás a repetir su nombre; pero en esta ocasión lo harás mientras prometes a la flor que has aprendido la lección y no volverás a caer en las falsedades de los demás.
Sin perder el tiempo, hizo lo que le dijo la avecilla. El hechicero se presentó muy extrañado a ver lo ocurría. Cuando la princesa lo tuvo en frente suyo, dijo su nombre tres veces mientras prometía a la flor que no volvería a desobedecer los consejos de sus padres. La flor oyó sinceridad en sus palabras, por lo que la ayudó, haciendo que regresará a su forma original. Y, en castigo, convirtió al hechicero en un insignificante insecto por haberla usado en sus malévolos planes. Pero cuando intentó escapar con la intención de vengarse, el avecilla se lo comió con mucho placer.
Desde aquel día la princesa vive muy feliz al lado de sus padres que siempre le brindan sus sabios consejos.
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La princesa y la flor
FantasyUna princesa entenderá la importacia de saber oír los consejos que sus amados padres le dan con el único fin de buscar su bienestar.