La vida siempre te dice que las cosas mejorarán, que los héroes siempre ganan y que al final, el amor lo conquista todo... pero eso es solo una mentira.
Todo comienza cuando el mundo descubre que las Alphas no solo existen, sino que tienen poder, y...
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La tensión en el aire se palpaba como una tormenta inminente, mientras todo parecía tomar un giro drástico de 180°. Mi paciencia, agotada al extremo, pendía de un hilo y sentía un impulso irrefrenable de hacer añicos cualquier obstáculo en mi camino. Estaba dispuesto a arrancarle la cabeza a mi asistenta, cuyos incompetentes intentos solo exacerbaban mi frustración.
Respiré profundamente, sintiendo cómo el calor de la ira recorría mi cuerpo. La voz, tensa y controlada, escapó de mis labios en un susurro agrio.
—Digli che non posso andare a Roma. Sei inutile.—Y ahí colgué la llamada (Dile que no puedo ir a Roma . Eres una inútil.)
Deseaba que las palabras fueran un dardo certero, pero su impacto se perdía en la distancia virtual. Finalmente, decidí poner fin a la llamada abruptamente, dejando un eco silencioso en el aire.
Ser el hijo de un millonario no tenía las ventajas que muchos podrían pensar. En lugar de un mundo de lujos y facilidades, enfrentaba una realidad de complicaciones y preocupaciones en constante aumento.
Mi padre, caracterizado por su inflexible rigidez y apego a las normas, había logrado imponer su autoridad en todos los aspectos de su existencia, incluyendo los asuntos que concernían a la manada. Aunque en nuestra comunidad lupina, la situación era ligeramente diferente; aquí, el mando recaía en mí. Mi padre había optado por relegar los problemas internos y traspasarlos a su heredero. Al fin y al cabo, ¿qué más podía hacer él?
Mi manada, reconocida y respetada tanto como los Jensen, llevaba consigo un legado de honor y poder. A pesar de los dilemas personales, la trascendencia de nuestra posición no podía ser negada.Se llama Emberglow.
Los tatuajes que adornaban mi piel habían sido como amuletos de buena fortuna, aunque no habían tenido éxito en atraer a la mujer adecuada a mi lado. Sentía el anhelo de hallar a esa chica que desencadenara una tormenta en mi interior, una que me llenara de esas malditas mariposas en el estómago. Deseaba fervientemente encontrar a la mujer capaz de encender mis deseos, una que me provocara una erección desenfrenada con solo pensar en que le pertenecería y sería mía para siempre.
El grito de mi madre resonó por toda la casa, interrumpiendo mis pensamientos y atrayendo mi atención de manera urgente.
—¡Matteo! —su llamado resonó desde el despacho.
No perdí tiempo y me apresuré a responder a su llamada, dejando atrás mis divagaciones y enfocándome en lo que requería su presencia.
—¿Dime, querida madre? —pregunté, sin poder evitar la sorpresa que me embargaba al encontrarme con ambos, mi padre y mi madre, juntos en la habitación.
El peso de sus miradas se posó sobre mí, una tensión palpable que indicaba que esta reunión no era común.
—Matteo, tienes que dirigirte a la manada —anunció mi madre, su voz cargada de seriedad.