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Me sentía intimidada por Erin, una sensación incómoda de celos se apoderó de mí, algo que en este momento no me convenía en absoluto.

Mi loba parecía dejarse llevar más por los sentimientos que por la lógica. Cuánto éramos adolescentes, recuerdo que Erin se enamoró de Matteo, y aunque no lo admita, en ese momento no me agradaba la idea. Ellos dos estaban juntos y aparentemente felices, aunque entre comillas. Matteo, antes de tener cualquier cosa con Erin, me había confesado que sentía algo por mí. Yo también lo sentía, pero me resultaba difícil creerlo, especialmente considerando su historial.

La noche fue difícil, apenas logré dormir dos horas mientras daba vueltas sin cesar en la habitación. La cercanía entre Matteo y Erin no me agradaba en absoluto. Sencillamente, no soportaba a esa mujer.

Cuando un lobo cumple la mayoría de edad, Diosa Luna enlazaba dos almas en una sola, convirtiéndolos en una sola.

...

Las horas pasaron y el sonido de la puerta de entrada rompió el silencio. Mis ojos se dirigieron a la ventana, buscando al dueño de la llamada, pero no pude identificar a nadie. Sin embargo, la insistencia del sujeto invisible continuó golpeando la puerta.

—Samantha, soy Owen, ábreme.

—¿Qué diablos? —mis cejas se fruncieron mientras sostenía la mirada en la puerta.

Abrí la puerta con brusquedad, frustrada por la interrupción.

—Lamento aparecer así, pero he descubierto algo importante.

—Adelante. —me aparté para dejar suficiente espacio para que Owen pudiera entrar.

—La persona detrás de todo esto es Serena, la mujer obsesionada con los insectos.

Las palabras de Owen me golpearon como una ola de frío, y me dejé caer en el sofá, necesitando sentarme ante tal revelación.

—¿Qué dices?

—Uno de mis hombres escuchó a Serena hablando con un hombre lobo.

¿Un hombre lobo?

—¿Estás seguro de lo que estás acusando? —levanté la mirada, clavando mi dedo índice en su pecho.

—Tengo pruebas.

Sus ojos verdes me escrutaron con cuidado, como si midiera mi reacción.

—Enséñamelas.

Owen extendió su teléfono móvil mostrándome una imagen. Observé la foto, sin saber cómo reaccionar ante lo que veía. Estaba asombrada, incapaz de comprender cómo podría ser posible...

Wolf 1: El resurgir de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora