Prólogo

75 8 6
                                    

Joaquín estaba a punto abrir la puerta cuando escuchó voces en el interior de la casa.

-Admito que estoy triste porque mi único hijo se va. -Dijo Alonzo, su padre.

-¿Triste? Deberías sentirte aliviado más bien. -Joaquín rodó los ojos por el comentario de su tía Sara, hermana de su madre.

-Siempre es triste cuando un hijo se va. Ya te veré después.

-Hmmm no lo creo. -Ella rió.

-Sara, lleva el jugo a la mesa mientras termino de mezclar la ensalada. -Dijo Elizabeth, su madre.

-Yo me permitiré una cerveza por esta ocasión. -Dijo Alonzo. Después se escucharon varios pasos.

Inhaló profundamente antes de abrir la puerta.

-Nuestro futuro novio llegó. -Anunció su tía con una amplia sonrisa.

-¿Tienes hambre? Ven y siéntate a comer con nosotros. -Le invitó su mamá mientras colocaba sobre la mesa un par de tazas para salsas. Desde donde estaba podía deducir que una contenía salsa picante y la otra, frijoles molidos. Luego miro que tomaba del desayunador un bowl con ensalada y acomodarlo al centro del comedor junto con las tazas.

-Yo preparé y asé la carne. -Alonzo presumió. Él siempre se encargaba de la parrilla y se nombraba así mismo 'El rey de la parrilla'.

Sin decir nada, Joaquín caminó hasta el desayunador y se sentó en uno de los taburetes. Sobre este había un plato con unos cuantos trozos de zanahoria, pepino y lechuga que seguramente no alcanzaron en el bowl.

-Es genial que Joaquín sea el primero de los nietos que se case y que posiblemente sea el primero en hacer crecer la familia. -Comentó Sara a sus espaldas. Le caía mal lo entrometida e irónica que suele ser a veces.

-Sí, ya era hora. Se estaba tardando un poco. -Su padre bromeó.

Él acercó el plato y empezó a comer.

-Oye, tampoco hay que ser duro con él. -Elizabeth lo defendió.

-Su prometido es un hombre muy apuesto. -Continúo Sara con el tema. -Y sus padres están en Estados Unidos así que ya no tendrá que vivir con sus suegros. -Todos rieron. -No es que sea malo. -Se excusó con su esposo, tratando de dejar claro que no hablaba por alguna mala experiencia personal. -Es solo que bien dice el dicho 'El casado, casa quiere'. Un matrimonio es mejor así.

Sí, Joaquín tenía que darle la razón en eso.

-No comas con las manos, niño. -Le regañó su madre de repente, pasando por su lado hacia el horno de la cocina. -¿Qué pasaría si tu familia política te ve comiendo así? ¿Y por qué traes la misma ropa de ayer, no te has bañado?

El delicioso olor a papa horneada inundó la cocina cuando Elizabeth sacó un bowl rectangular del horno y lo colocó sobre una tablilla de madera encima del desayunador.

-No.

-¿Por qué no? ¿De dónde vienes?

Quien tenga miedo a morir que no nazca.

-No voy a casarme. -Soltó sin más, no queriendo posponer más este momento.

Podía sentir la mirada de su madre sobre él.

-No bromees con eso, Joaquín.

Encontró su mirada para decir: -No es ninguna broma. La boda se canceló.

La intensa mirada de ella lo analizó por un momento, parecía tratar de encontrar algo en el rostro de su hijo que le dijera que era una mentira, pero solo había verdad.

-¡¿Cómo que se canceló?! ¡¿Por qué?! -Explotó.

-Porque peleábamos todo el tiempo mientras planeábamos la boda. Vi su peor lado y prefiero no seguir con esto. -Argumentó él.

-¡Tienes que estar loco! ¡La boda es mañana! -Todos en la mesa voltearon por los gritos de Elizabeth. -Es normal que las parejas peleen mientras organizan sus bodas y no por eso las cancelan. Tú no puedes hacer eso.

-¿Qué pasa? -Sara preguntó.

Joaquín se giró sobre el taburete y encaró a su familia.

-Lo siento por todos pero, no me casaré. -Anunció.

Su padre y sus tíos abrieron los ojos sorprendidos, en cambio Elizabeth lo fulminó.

A pesar de los ruegos de Joaquín, Elizabeth le marcó al novio con la esperanza de arreglar las cosas. Sin embargo su intervención fue en vano. El que sería su futuro yerno dijo no poder obligar a Joaquín a casarse si él no quiere. No estaba en sus manos la decisión final.

-Quieras o no, la boda sigue en pie. -Dijo ella tras cortar la llamada.

-¡No! ¡Ya dije que no! -Vociferó.

Alonzo observó a su hijo. Era el primer indicio de emoción y sentimiento que vio en Joaquín desde que había llegado. Antes de eso parecía tan expresivo como un robot.

-Franco está de acuerdo así que no está en discusión. ¡No lo haré!

-¡Estás mal! ¿Por qué nos haces esto?

-¡Porque no quiero! Porque no lo tolero! ¡Porque odio hasta su forma de comer! -Confesó con la voz temblorosa mientras se puso de pie con su respiración agitada y sus ojos sospechosamente brillantes.

El silencio reinó la sala.

Aprovechando esto se escapó a su habitación para lanzarse a la cama. Lloró. Se desahogó como no pudo hacerlo horas antes cuando terminaba su relación con el hombre que amaba y que decía amarlo. Lo hizo hasta que se quedó dormido en algún momento de la madrugada.

Al día siguiente, Alonzo fue el encargado de llamar y enviar mensajes a los invitados para informarles sobre la cancelación de la boda. Al parecer su esposa e hijo no tenían intenciones de salir de sus habitaciones, y alguien debía hacerlo.

Una parte de él estaba enojada con Joaquín por lo abrupto de la situación y le da la razón a su esposa: cancelar una boda de un día para otro -literal- era, además de incorrecto, tedioso y estresante. Y ni hablar de los comentarios desagradables y crueles que seguramente habrá a consecuencia de esto. Aunque no es como que le importen pues no vive de ellos, pero si estos afectan a su hijo entonces lo harán. Porque su otra parte, su lado paternal, la que quiere proteger a su hijo y verlo feliz, es capaz de hacer cualquier cosa para callar a quien lo lastime porque si Joaquín creía no ser feliz con Franco entonces, cancelar la boda fue la mejor decisión que pudo tomar y nadie debería decir lo contrario.

Sin embargo, si en este instante mientras hablaba con otro invitado queriendo saber insistentemente los motivos de la cancelación de la boda, ponía ambas partes en una balanza, la primera ganaría sin dudarlo.

Rodó los ojos antes que ellos cayeran en la puerta de la habitación de Joaquín de donde se escuchó lo que parecía risas grabadas de algún programa.

De pronto, vio a Elizabeth salir de su habitación como una ráfaga de viento y cruzar a la de Joaquín.

Al abrir la puerta, Joaquín estaba recostado en su cama y sonreía por un programa de comedia, lo que aumentó el enojo de Elizabeth.

-¿Cómo puedes estar sonriendo después de todo? -Le preguntó al mismo tiempo que apagaba la televisión. -¿A caso no tienes sentimientos, Joaquín? ¡¿Qué pasa contigo?!

-Tú no lo entiendes pero es mejor así. ¿Para qué casarme si me divorciaría al poco tiempo? Estoy seguro que no habríamos durado mucho tiempo juntos.

-Si es así, ¿por qué esperaste hasta ahora para decirlo? ¿No pudiste hacerlo antes? ¿No pensaste en tu familia? ¡Seremos la comidilla de la gente, Joaquín!

-Entonces, ¿preferirías que me casara aunque me divorciara después, solo por el que dirán? -Le miró molesto.

-¡Por supuesto que no! Pero no entiendo por qué esperar a un día antes de la boda.

Es mejor que no lo entiendas.

¿Otro Joaquín? | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora