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« Creí que con el paso del tiempo mis sentimientos disminuirían, pero es el caso contrario.
Cada vez me convenzo de que estoy enamorado de ti.
Si soy sincero, eres la persona con la que me imagino llegando a la vejez.
Quiero sostener tu mano por muchos años.
Ha pasado casi un año desde que te marchaste del país sin aviso.
Pero siento que el tiempo es relativo.
No puedo decir que ocurra a la misma velocidad en todo el tiempo, aún si sé que es así.
Cuando más sufro es cuando más lento avanza, cuando siento mayor plenitud es cuando se me escurre entre los dedos.
Me siento feliz. Sigo extrañándote, pero hablar contigo a diario es una compensación.
Últimamente dices que me amas con mayor frecuencia.
Hoy me llamaste durante la hora de almuerzo, y dijiste que te estabas yendo a acostar. Dijiste que querías oír mi voz antes de dormir. Fue un día difícil, según dices. Te escuché llorar y luego pedir disculpas por llenarme con tus angustias.
Ay amor mío, te respondí que no es nada, que puedes hablarme todo lo que quieras, aún si es de lo mismo, una y otra vez. Es una fortuna poderte oír diciéndolo.
Aún así, me preocupa que estés tan angustiado.
Me muero por abrazarte, y decirte que todo estará bien. Que sea lo que sea por lo que estés pasando no es superior a tu persona, y a tu resiliencia.
No obstante, me encantaría que pudieras decirme qué es lo que sucede. »
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