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Estrés, eso es lo que me consume en este momento

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Estrés, eso es lo que me consume en este momento.

Hay personas que parecen nacer con un propósito claro en este mundo, pero yo me pregunto constantemente cuál es el mío. ¿Realmente contribuiré en algo positivo o solo traeré problemas?

Me he pasado la última semana pellizcando el puente de mi nariz, un gesto que se ha convertido en una especie de ritual para mí.

—Basta ya. —Me regaño al observar mi reflejo en el espejo sobre la cómoda de mi habitación.— Vamos a lograrlo, Briana. Tienes una herencia de valientes en tus venas, y eso debe significar algo.

"Una herencia de valientes", esas palabras me son familiares. Mi padre se enfrentó a su propio padre por el amor de mi madre. Un amor que parecía imposible, pero que finalmente triunfó.

Todo por el amor verdadero. Mi madre sufrió mucho debido a Maritza y, peor aún, por la locura de su propia sobrina y cuñado.

—Pobre chica. —Susurro con tristeza para mí misma.

—¿Puedo entrar? —La voz que se escucha tras la puerta me saca una sonrisa, es Dayana.

—Claro que sí, preciosa.

La niña no esperó ni un segundo para abrazar mis piernas desde abajo.

—No encuentro a mi mamá.—Su voz tan pequeñita me hace suponer que está triste .

Me agaché a su altura.—Mami fue a hacer unos recados,¿Quieres comer algo?

Ella menea la cabeza al escuchar la palabra "comer " .

...

Nunca antes había cruzado miradas con alguien capaz de rivalizar con mi apetito insaciable. Mi fama de devoradora incansable parecía haber sido superada por la  mismísima Dayana.

En una mañana bañada por los cálidos rayos del sol, Matteo irrumpió en la habitación con una sonrisa socarrona.

El sol de la mañana se filtraba por las cortinas entreabiertas cuando Matteo hizo su entrada, su sonrisa socarrona precediéndolo. Parecía estar en perfecta sintonía con el brillo de la mañana. Era como si el día mismo hubiera decidido adornarlo con su luz.

—¿Hola? —anunció Matteo, su tono juguetón llenando la habitación.

Le respondí con una mirada firme, sin dar espacio a su atrevida entrada a mi territorio sagrado de desayuno.

—Matteo, no hay desayuno para ti. —mi voz mantuvo la firmeza, aunque su sonrisa socarrona parecía querer desafiarla.

La pequeña Dayana, que estaba a mi lado, negó con vehemencia, mostrando su apoyo a mi declaración con la misma determinación que solo los niños tienen.

Wolf 1: El resurgir de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora