Lo reconozco me gusta beber y en la bebida encuentro el sosiego y la tranquilidad para escribir. Cuando encadeno palabras y frases, afloran sentimientos y emociones que solo soy capaz de plasmar a través de la palabra escrita. Durante ese proceso creativo acabo imitando a aquellos que admiro como mi adorado Murakami y me sumerjo en un mundo de fantasía.
Era viernes, el reloj de pared del Tex mex Riviera marcaba las seis en punto de la tarde. Comenzaba mi sesión de cerveza con la atenta mirada sobre la hoja en blanco. Me encontraba ante el dilema de todas las semanas; escribir o beber. O escribir bebido. A fin de cuentas estar borracho no era mi mayor preocupación, era mi mano temblorosa y un aliento a derrota. Esa era mi verdadera preocupación. En una sala rodeado de mesas y sillas de madera y deslumbrantes neones de colores observaba a Adelaida, la camarera. Cruzó el salón y se detuvo junto a mí, con la obligada pregunta.
―¿Cerveza cariño como todos los viernes?―
―Porque no― contesté... Adelaida me miró condescendiente y continuó su camino.
Sobre la mesa descansaba el ejemplar de Tokio blues de Haruki Murakami, lo observé con la mirada pérdida y pensé."otra semana más las musas me han abandonado"
A la vuelta Adelaida dejó una cerveza y comentó.
―Hoy no escribimos. No sale nada de la pluma ― sonrió y prosiguió su camino.
―Nada de momento― contesté mientras tomaba un trago.
―Por cierto, son pocas las veces que escribo con pluma.―respondí.
Busqué con la mirada algo diferente en el local. Observaba el papel en blanco y a su lado el ejemplar de Tokio blues.
Miré a mi izquierda y me llamó la atención un tipo de aspecto asiático. Lo observé detenidamente escrutando sus movimientos. Comencé a escribir en la hoja una detallada descripción.
Continué observándolo con curiosidad. Masticaba un burrito sin emitir apenas ningún ruido. Sentado en la silla en una recta posición,sus piernas dibujaban un perfecto ángulo de noventa grados desde sus caderas a sus tobillos.
La visión de su postura me trasladó cierto agobio, por su disciplinada simetría. Por lo que pasé a describir su ropa:pantalón de cuadros escoceses, jersey de pico azul marino, mocasines color Camel y gafas metálicas; todo ello coronado con una gorra beisbolera color beige. Miré la hoja, me rasqué la barbilla. Un tipo peculiar pensé.
Adelaida interrumpió mi soliloquio descriptivo y me preguntó con voz amable.
―¿Todo bien por aquí? ― a lo que contesté con un movimiento afirmativo de mi cabeza.
Por fin había inaugurado el papel con una detallada descripción de mi compañero de comedor. Una intensa presión invadió mi pecho. En mi cabeza rumiaba un "soy escritor, soy escritor "
Mi compañero detuvo su lento masticar, me miró y...
―¿Le gusta Murakami?― hizo la pregunta y siguió comiendo.
Quedé sorprendido por su voz sonora y la marcada pronunciación de las vocales.
―Sí, ―contesté recostándome sobre el respaldo de la silla.
―Tokio Blues de Murakami...[ ]—respondió sin levantar la mirada del plato y haciendo una pausa.
―En mi país Haruki Murakami es querido y odiado a partes iguales.
Abandoné la comodidad de mi asiento para saciar mi curiosidad.
―¿Es usted japonés? ― ¿Le gusta Murakami?
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Música, cerveza, sake y Murakami
Short StoryRelato crónica basado en Tokio blues de Haruki Murakami