Sobrepensar y observar

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Cierra los párpados con fuerza, los dedos haciendo presión en las palmas, las uñas clavándose en la piel. Opta por imaginarse un sinfín de escenas, las mismas que se reproducen con tanta claridad y detalle que parece estar viviendo cada una de ellas otra vez. En todas, existe un factor en común.

—Will...

Y ahí está el causante de sus pesadillas, sus miedos, el odio, e irónicamente, el amor. Niega con la cabeza con vehemencia, siente un mechón de cabello moverse hasta situarse en su frente, continúa perdido en sus memorias porque aquello parece ser mejor que afrontar la realidad.

La voz vuelve a llamarlo con el mismo tono suave que demuestra los sentimientos que hace tiempo han salido a la luz, escucha pasos alejándose hasta perderse en algún punto de la casa, tal vez en la cocina. En el mismo estado del comienzo, Will efectúa tanta presión sobre su piel hasta el punto de generarse heridas, un corto hilo de sangre manchando cada uno de sus dedos con líquido carmesí. Se dedica tanto a aquella acción que no puede oír los mismos pasos aproximarse hasta llegar al asiento, mucho menos prevé el toque del psiquiatra en su cuello delineando los huesos notorios de la clavícula. Ahoga un suspiro en la más profundo de su garganta justo cuando la diestra de Lecter llega a la manzana de Adán para proseguir con las caricias, asciende al mentón perdiéndose en la barba que no ha sido afeitada, luego el tacto se posa sobre los labios, separándolos hasta dejarlos entreabiertos. Will tiene el terrible deseo de morder la yema de los dedos o incluso, pasar la lengua por estos, se contiene, por supuesto que lo hace, sin embargo, en cuanto ambas manos ordenan el mechón rizado dejando que las hebras se cuelen entre los dígitos, decide finalmente abrir los ojos encontrando a Hannibal con ojos atentos, labios un poco elevados simulando una sonrisa.

—¿Qué estás haciendo?

Es lo único que puede y se le ocurre pronunciar. Ahoga un suspiro en la garganta cuando el toque cálido presiona uno de sus hombros. La piel arde debajo de la camiseta, se siente en carne viva, expuesto, vulnerable.

—¿Qué estás haciendo tú?

Inquiere Hannibal prosiguiendo con su accionar. Atrapa las manos ajenas siendo testigo de las manchas rojas. Lleva el índice a sus labios con la clara decisión de limpiarlo haciendo uso de su lengua, no obstante, se detiene a último momento. Retrocede unos pasos para presenciar la escena delante de sus ojos. Will otra vez mantiene los párpados cerrados, negándose a ver algo más que oscuridad y frunce el ceño en cuanto siente la lejanía con la otra persona.

—Will.

Pronuncia su nombre una vez más, lo incita a despertar para afrontar la situación instalada en su consultorio y finalmente, el peculiar tono de voz reservado solo para el consultor del FBI, da frutos. La mirada se revela ante su presencia, iris dilatados, brillosos, deseosos de un futuro encuentro, una cercanía para acabar con su martirio. Y él lo cumple porque siempre se ha considerado débil cuando se trata de Will Graham.

Elimina la distancia, de pie delante del sillón ocupado, Hannibal apoya extremidades superiores en los antebrazos dejando sin escapatoria su acompañante. Aproxima su rostro dejando un breve espacio de centímetros, aspira su aroma distinguiendo la colonia mezclada con la loción de afeitar. Will asoma la lengua entre los labios, muerde la punta con los dientes.

—¿Puedo?

No aguarda por una respuesta, captura el tacto donde la sangre que todavía brota de la herida reciente se impregna en su propia piel. Observa las reacciones y como las pupilas se expanden a causa de la excitación en cuanto decide limpiar el carmesí usando su boca y lengua. Tan solo segundos después, la respiración se vuelve más pesada, oye el sonido de la saliva al tragar junto con la impaciencia que pide más proximidad a gritos.

—Por favor —musita Will removiéndose en el asiento. Ha meditado el tiempo necesario, el suficiente para saber que no hay retroceso, la relación de ambos solo tiene dos opciones, avanzar o estancarse y él ha optado por la primera.

Lleva la diestra hasta el brazo de Hannibal, se trata del primer contacto físico originado por él, impulsado por sus deseos reprimidos, escondidos desde hace meses. La expresión de sorpresa del psiquiatra no pasa desapercibida, Will eleva la comisura de los labios en una vaga sonrisa necesaria para incitar un último movimiento.

Los centímetros entre ambos se esfuman, su encuentro es una mezcla de suspiros, toques inquietos y labios desesperados, se besan con ligera brusquedad, arrugan la camiseta del otro, sienten porciones de piel disponible, sus lenguas inician su propia danza, enredándose y saboreándose en el proceso.

En esas cuatro paredes, el tiempo se detiene como recompensa a los meses perdidos y es ahí cuando ambos saben que no existe vuelta atrás porque han decidido dejar de observar o sobrepensar para comenzar a afrontar la realidad.

Una realidad en la cual caen ante los bajos instintos, anhelos y por supuesto, los sentimientos innegables entre ambos.

Will susurra frases comprensibles solo para quien las recibió, Hannibal está dispuesto a cumplir cada una de ellas.

Sobrepensar y observar |Hannigram|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora