Mi nombre es Hermana o Ane. Cada nombre es de las dueñas que tuve en mi vida. Soy una muñeca de porcelana. No llego bien a recordar donde nací, ni como llegue a esa tienda donde mi primera dueña me acogió, pero si hay cosas que nunca he olvidado y que nunca olvidare.
Recuerdo que estaba en un escaparate al lado de muchas muñequitas como yo. Estaba durmiendo cuando la campana de la puerta sonó. Enseguida me desperté y vi allí como entraba una niña pequeñita cogida de la mano de su madre. Sabía que venía a por una de nosotras, pero quien. Lo único que quería era que me sacaran de allí y por fin pudiera tener alguna dueña que me pudiera cuidar. Cuando ella me señalo supe que era la elegida. La vendedora se acercó, me cogió y me entrego a la niña. Ella con todo el cariño del mundo me acogió y me llamo como ella se llamaba, Ane.
Pero enseguida me abandonó, ya que se dio cuenta de que era muy frágil para que jugara con migo a sí que me dejo en la estantería de su habitación. Nunca llegue a jugar con ella, solamente era un adorno de su cuarto. Me pasaba horas sentadas en aquella estantería viendo como día a día se iba haciendo mayor. Solo me cogía de vez en cuando para quitarme el polvo que se acumulaba encima de mí. Aquella niña que vi entrando por la puerta por primera vez, se había convertido en una adolescente muy guapa. Un fin de semana como todos los demás, trajo una amiga suya para ver una peli de miedo. Mientras que estaban viendo la película de ella se levanto y se acercó a mí, me cogió y yo pensando que era para que me abrazara para quitarle el miedo, pero me equivocaba. Me dio la vuelta y me dejo mirando a la pared porque les debía de haber asustado un poco. Desde entonces ella se olvido de mí y pase bastante tiempo mirando a la pared. Ya ni siquiera podía ver como Ane crecía e iba cambiado. Lo único que veía crecer era el polvo de la estantería. Estaba sola ya no tenía amigos excepto la pared que fue mi única amiga en esos dos años. Esperaba que algún día Ane se acordara de mí y volviera a girarme. Pero eso nunca paso seguí allí hasta que una vez me tiraron a la basura. Nunca la volví a ver desde aquella vez que me dio la vuelta.
La semana que estuve en el contenedor contemplando la gente que pasaba por allí fue la más larga de mi vida. Todos me miraban pero no había nadie que me cogiera de aquella apestosa basura. Una semana después una niña cuyo nombre era María me cogió de allí. A ella sí que le debí de gustar mucho ya que no había momento que se separara. Como no tenia hermanas me puso el nombre hermana. La mayoría del tiempo los pasaba en sus brazos jugando con ella. Lo que más feliz me hacía era que yo le hacía muy feliz. Ella era totalmente distinta a Ane, ya que a ella le daba igual que me rompiera o no. Muchas veces caí al agua o se me rompían los brazos, pero ella siempre me arreglaba. Yo prefería estar rota y acompañada que sola y sana.
Siempre me llevaba encima, sobre todo cuando empezó ir al médico. Hubo una temporada que ella iba muchas veces. En cada visita al médico ella me agarraba muy fuerte y sentía que yo le podía proteger. Las visitas al médico se hacían más constantes y cada vez más largas. Había una palabra que muchas veces el médico repetía que era "cáncer" pero nunca supe lo que significaba. Las visitas del médico pasaron a ser noches durmiendo allí y como todas las noches ella me abrazaba y dormía al lado mío. Ella seguía siendo la misma chica y cada vez que le dejaban salir fuera a tomar el aire jugaba conmigo, pero algo en su aspecto cambio mucho. Se le caía mucho el pelo, hasta que se quedo calva. Uno de los muchos pañuelos nuevos que se compro me lo dio a mí, me cortó el pelo y me lo puso. No me importo el corte porque sabía que era para que no se sintiera distinta ni sola. Poco a poco iba notando que ella estaba enferma sobre todo por la forma que sus padres le miraban. Yo quería salir a jugar con ella, pero no le dejaban, ya que estaba llena de pinchos y cables que no la dejaban moverse y un irritable pitido que me quitaba el sueño a las noches. Una tarde el pitido se volvió constante. De repente muchos médicos entraron en la sala corriendo y me separaron de ella.
Aquí termina mi historia sin poder saber los porqués de toda mi vida. Ahora estoy en la tumba de María en sus brazos como siempre he estado, recordando toda mi vida. Sé que nunca saldré de aquí, pero estoy feliz de poder estar al lado de la persona que mas e querido en el mundo y sé que ella también estará feliz de estar aquí con migo.