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El cielo se cubría de hermosos tonos rojizos, púrpuras y rosados. Los habitantes de Portorosso poco a poco iban dejando las calles para ir a pasar una tranquila cena en familia.

Las risas de los niños todavía hacían eco en las paredes, pero pronto fueron cambiadas por el sonido del mar, después de todo la mañana siguiente era día de escuela. Otro divertido verano más había terminado para los niños, pero para los adultos, seguía siendo un día normal.

Delante de la pequeña playa, se encontraban despidiéndose el señor Massimo del matrimonio Paguro.

- ¿Y Alberto? - Preguntó Daniela.

- Ya sabe cómo es, cada vez que Luca se va el quiere estar solo un rato.

- Déjalo cariño, Alberto ya es un chico grande - Le respondió su esposo - Puede cuidarse solo.

Después de un par de minutos más, y con la noche ya sobre ellos, los adultos se despidieron y regresaron a sus respectivos hogares.

Al llegar, no se sorprendió que la casa estuviera vacía, aunque si se extraño un poco. Los primeros años que Luca se iba, Alberto solía desaparecer el resto de la tarde, pero regresaba en la noche o a la mañana del día siguiente y al pasar el tiempo aprendió a manejar mejor la partida del menor.

Se sentó a cenar, acompañado únicamente por los ronroneos de algunos de los hijos de Machiavelli, pidiendo comida.

El confiaba en Alberto, sabía que estaría bien donde fuera que estuviera. O al menos eso se repetía ante la extraña sensación que tenía aquella noche.

Aún sin saber nada de su hijo mayor, fue a dormir. Mañana era un día más de trabajo.

***

- Ugh - Un suave quejido retumbó en la habitación.

El dueño de aquel sonido abrió lentamente los ojos, recuperando la conciencia. Un fuerte dolor en su cabeza lo hizo intentar llevar sus manos al origen del dolor, pero las cuerdas que tenía al rededor de su cuerpo le impidieron moverse.

- ¿Qué es esto?

Intentó forcejear, pero los nudos estaban muy bien hechos. No podía gastar energía en valde, por lo que optó por observar la habitación y buscar algo que lo ayudase. No había mucha luz y tampoco muchos muebles. Ninguna ventana al rededor, la única salida era la puerta de madera frente a él. Por lo menos estaba solo, debía hallar la manera de escapar o por lo menos hallar algo para defenderse antes de que la persona que lo había raptado regresara.

Como pudo, fue avanzando mientras levantaba la silla y trataba de mantener el equilibrio para evitar caer, no podía darse el lujo de hacer un ruido muy fuerte cuando el no podía escuchar nada del exterior. Poco a poco se logró acercar a la pequeña mesita de noche que había junto a la cama.

Después de varios intentos fallidos, abrió el único cajón de aquella mesita y para su sorpresa, había una navaja dentro. No era muy grande, pero tampoco pequeña, era perfecta para cortar las sogas. La persona que lo había atrapado no era muy lista.

Estaba a punto de cortar las sogas cuando el sonido de unas pisadas lo alertaron. Regresó al centro de la habitación tan rápido como pudo y cerró las manos con la navaja dentro, distraería a su captor mientras cortaba las sogas y cuando menos lo esperase, lo atacaría.

Se escuchó una llave forcejeando con la puerta y poco después está se abrió.

Los ojos de Alberto se agrandaron más de lo que nunca lo habían hecho.

- ¿Luca?

- ¡Beto!

Luca le sonrió apenas lo vió y se acercó a abrazarlo con fuerza. Alberto se sentía demasiado confundido en ese momento pues hasta donde el podía recordar, Luca estaba en un tren rumbo a Genova en ese mismo momento.

Te forzaré a amarme (LucaxAlberto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora