La tristeza de gustabo.

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Gustabo y Horacio se encaminaban a una misión que les había dado el FBI, habían estado mucho tiempo fuera de servicio y los altos rangos los querían trabajando.

 Horacio estaba feliz de volver al trabajo, se había hecho rico, tenía lindos autos y por fin el comisario había aceptado ser su novio, para el todo iba más que perfecto.

 En cambio para gustabo todo iba de mal en peor. Lo único que tenía era una pequeña casa rodante que no funcionaba y estaba llena de latas y cajas de pastillas vacías. Y en su mente Pogo lo atormentaba noche y día. 

Pogo era su supuesta doble personalidad. Era su reflejo vestido y maquillado como un payaso, hablaba con una voz alta y aguda, odiaba a los pobres, humillaba a todos y adoraba matar a todo lo que se moviese. Es por el que Gustabo se fundió en su depresión. Aunque Gustabo sabía que no era una doble personalidad, más bien era una maldición que podía ser pasada a alguien más con las palabras correctas. La pregunta es... ¿Por qué no arruinarle la vida a alguien más? Bueno, Gustabo había tenido a  Pogo mucho tiempo dentro de él, no había una vuelta atrás. Al único que no le hacía daño era a su querido hermano, que aunque midiera más que el y se viera más intimidante que el, era un niño que seguía jugando con mariposas y dormía con los osos de peluche que le regalaba Gustabo. 

En la mente de Gustabo sabía que morir era la única opción que le quedaba, así que  aprovecharía que tenían que eliminar a la mafia Gambino para desaparecer, pero no sin antes pasarle la maldición a uno de ellos. Pogo seguía haciendo de las suyas y no se moriría con Gustabo.

- Dispárame, no ahí vuelta atrás. - Dijo Gustabo abriendo los brazos. Estaba en una colina rodeada de mar, había secuestrado a uno de los hermanos Gambino no sin antes pasarle la maldición. 

- ¿Estás seguro de que no ahí vuelta atrás? - Dijo Tony Gambino, recibiendo una mirada asesina de parte de gustabo. Se sentía culpable, había matado a personas ya, pero con Gustabo era... Como verse al espejo. No quería matarlo. 

- Si no me matas, Tony, mi maldición te matara a ti y a tu hermano Carlo. - Dijo Gustabo decidido pero con una mirada triste. 

Y así fue como Gustabo murió, pensando en como le haría daño a la única persona a la que amaba. Ese mismo día Horacio acabo con la vida de Carlo, y al volver a su ciudad se encontró con que Gustabo nunca regresó y nunca regresaría. Meses después lo sigue buscando y le exige al FBI que lo encuentren. Todo rastro de el desapareció, como si hubiera muerto, pero Horacio se niega a creer eso y lo sigue buscando por mar y tierra.

Ahora lo único que le queda es la perdida de su hermano y los peluches que le regalaba con tanto amor. Como un niño, le pide a las estrellas que su hermano siga vivo. Temiendo muy en el fondo la verdad.


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