Desde temprana edad Killua sufrió múltiples torturas para volverse una persona fuerte, los látigos, las descargas eléctricas y los desayunos con veneno eran la rutina repetitiva que vivía todos los días.
Los martirios eran tan jodidamente persistentes, que llegó a desarrollar una resistencia envidiable a todo tipo de dolor.Por eso, cuando tuvo la edad suficiente se marchó de casa para vivir una vida de verdad. Después de todo ¿Qué podría hacerle daño? Era inmune casi a todo y tenía una capacidad física impresionante, podía aguantar cualquier tipo de sufrimiento... O eso creía.
Ahora se encontraba viendo la espalda de Gon mientras el alma se le desmoronaba en mil pedazos. Ese chico que tenía frente a él le mostró un mundo completamente diferente al que conocía, uno lleno de diversión, confianza, lealtad y sobre todo amor, pero ahora emanaba odio por sus poros, borrando cada rastro de luz que alguna vez presentó.
Tú la tienes fácil Killua
A ti no te importa
No es de tu incumbencia
A pesar de que lo torturaron de mil maneras, nunca le enseñaron a protegerse de las palabras hirientes de un ser querido y eso, lo estaba quebrando en mil pedazos.
Recuerda porque estamos aquí.
Intentó sonar confiado y se sintió falsamente fuerte al notar cómo su voz dejaba de temblar. Si Gon era su punto de calma, Killua debía ser el punto de calma de Gon ¿Cierto?
No funcionó.
Un silencio rotundo invadió el lugar.
Estoy bien.
Comenzó a dar pasos adelante, haciendo más grande la distancia que lo separaba de Killua. El equipo se estaba desmoronando y no le importaba... Más bien, no se daba cuenta.
Killua se sintió vacío. Nunca creyó que el chico de sonrisa pura y ojos brillantes que lo acompañaba en las noches más oscuras podría hacerle sentir tanto dolor. ¿No se suponía que Gon era la cura?
Sin aguantar más esa sensación se fue con la pequeña esperanza de que ese chico notara su ausencia, pero no fue así. Estaba corriendo por los pasillos oscuros de un palacio desconocido mientras sentía ajeno todo a su alrededor. Sólo estaba ahí por Gon y él ya no lo necesitaba, la persona más importante en su vida simplemente lo había hecho a un lado.
Meleoron lo había visto todo ya que fue a buscar ayuda, pero no se sentía capaz de molestar a Killua. La decisión que tomó a raíz de eso, cambió todos los sucesos.
Dejó al niño sólo en un pasillo ahogado en sus propias penas. Se sentó a pensar en un rincón y sin quererlo, comenzó a llorar.
Cada lágrima que caía de sus ojos lo liberaba de una pena en un llanto desconsolado. Sonidos de frustración comenzaron a salir de su boca, eran desgarradores. Gritaba porque no podía hacer nada... Gritaba porque Gon no lo necesitaba.
Un sonido ahogado llegó a los oídos del moreno, pero no le tomó importancia. Su objetivo estaba frente a él, lo de atrás no le interesaba.
Otra vez ese sonido.
Definitivamente no le importaba quién era el causante de esos sonidos desgarradores, después de todo el mundo era cruel y a todos les tocaba sufrir un poco.
Una vez más.
Esta vez el sonido lo estremeció. Creyó reconocer esa voz, pero no podía perder su objetivo de vista, trabajó duro y le prometió a Kaito que lo devolvería a la normalidad. Definitivamente se quedaría ahí.
Una última vez.
Ya no lo soportaba. Sentía la necesidad de dar la vuelta y buscar al causante de esos sonidos, pero no era correcto, no era parte del plan.
La determinación en sus ojos se fue y la postura recta que mantenía se desarmó. No podía escuchar eso, le hacía mal, le rompía el alma.
Se lo prometiste a Kaito
Se lo prometiste a Kaito
Se lo prometiste a Kaito
Un recuerdo llegó a su mente, estaba más pequeño, Leorio y Kurapika estaban a su lado y una anciana sentada en una mesa se encontraba frente a ellos.
¿Cómo era su pregunta?
¿Si puedes salvar a tu hermana o a tu hermano a quién escoges?
En esa ocasión la respuesta era el silencio.... ¿Pero ahora cuál era?
No alcanzó a responder su propia pregunta, cuando su cuerpo se había puesto en modo automático.
Sí... Estaba corriendo hacía Killua.
Lo encontró frágil en un pasillo, con la voz quebrada y lágrimas imparables cayendo de sus ojos. Nunca pensó que podía hacerle tanto daño a la persona que más amaba, sin duda era una imagen que lo iba a acompañar por el resto de sus días.
Se acercó con cuidado ante la mirada atenta del peliblanco que se secaba rápidamente los restos de lágrimas de sus mejillas y arreglaba su garganta cómo si no hubiera pasado nada.
-¿Gon? ¿Qué haces aquí?-
Su voz salió apenas cómo un hilo, pero el destinatario la recibió. Se puso en cuclillas frente a él y lo enrolló con sus brazos intentando confortar el dolor antes causado.
En ese momento olvidó todo lo que había dejado atrás; sólo era y debía ser Killua.
No tenía idea para que cosa precisamente, pero debía ser él.
-L..lo siento... Killua-
El cuerpo del nombrado se hizo del cristal más frágil y se rompió entre sus brazos. Se aferraron con fuerza al cuerpo del otro, entre sollozos, hasta sentir una completa paz.
-Idiota... Vamos a devolver a Kaito a la normalidad.-
Killua tenía una sonrisa cuando se separó de Gon, una sonrisa verdadera. Pues acababa de comprobar que él también era el punto de calma de su amigo y eso lo hacía la persona más feliz del mundo.
Su amor incondicional era correspondido.