Invierno

Capítulo Seis

Se hizo de noche y Louis y Danáe almorzaron en la habitación, pero Danáe se sentía más hambrienta de lo normal, cosa que según Louis era excelente y celebró mientras pedía un plato extra. Larissa llegó y Louis se fue a su habitación dejándolas solas
-¿Como te sientes?-preguntó Riss mientras se recostaba a su lado
-Bien, tuve un arranque de energía y le hice una camisa a Louis-respondió Danáe y apuntó una montaña de retazo de tela
-Me alegra, mi amor-dijo Riss mientras ambas se acomodaban en la gran cama y cayeron dormidas. Al siguiente día Danáe se sintió un poco mal y despertó vomitando, Riss rápidamente fue detrás de ella y le sujetó el cabello
-Me siento mal-dijo la omega mientras se retorcía de dolor
-Tranquila, iré por el doctor ¿si? Espérame-le susurró Riss para calmarla, pero al momento que se quizo levantar Danáe se trepó a ella
-No te vayas-le suplicó ella mientras lloraba
Riss no entendía nada
No había visto a Danáe perder el control de sus emociones hasta ahora
-Está bien amor, estaré aquí-le dijo Riss y la abrazó, Danáe solo lloraba en silencio hasta que Riss sintió que su respiración se calmó
Se había dormido
La levantó del suelo y la llevó a la cama, salió de la habitación en busca del médico y le contó lo sucedido
-Es su omega saliendo a luz, después de todos estos meses. Se pondrá más sensible, comerá más y puede que necesite más afecto-le explicó él
-Gracias doctor, volveré a verla-dijo ella y salió corriendo a su habitación, llegó y se cambió para las distintas reuniones que tenía en el día. Dejó a Danáe durmiendo y salió a ver las cosas que tenía pendientes
Entre ellas, el diseño de su corona
A Riss no le agradaba la idea de muchas manos sobre ella, pero en una sola habitación tenía a alguien midiendo su cabeza, el herrero del castillo, los que sostenían las distintas opciones de joyas y alguien que anotaba todo lo que se decía
-Tenemos rubíes, diamantes azules, esmeralda, y si desea la podemos hacer solo de oro-explicaba la dama a su lado
-Este me gusta-dijo Riss y levantó una pequeña piedra negra