Por tu Culpa!

A partir de ahora me perteneces!

_ ¡Rápido niños escóndanse!

_Tengo miedo mamá_ sollozaba la niña atemorizada por no saber lo que estaba ocurriendo.

_ Tranquila, mamá te protegerá, te lo prometo, así que escóndete y espera a que…._ Antes de poder alejar a su cría del peligro, la puerta de la deteriorada casa se abrió de golpe. Unos señores vestidos de uniformes verdes y botas, invadieron sin previo aviso.

_¡¡¡Salgan todos inmediatamente o los mataremos aquí mismo!!!_ Gritó sin ninguna pisca de compasión el al parecer jefe de la tropa.

_ ¡Por favor tenga piedad de mi hija! ¡Hagan lo que quieran conmigo, pero no la lastimen, por favor!_ Desesperada abrazaba a la pequeña intentando  resguardarla con todas sus fuerzas.

_ ¡¿Acaso no oyó señora?! ¡¡¡Todo el mundo a fuera!!! _ Tomando a la niña de la mano la separó a la fuerza de los brazos de la madre y como si fuese un perro la tiró a las  sucias aguas de las calles inundadas.

_¡¡¡Por favor no, no la lastime, déjenla ir!!!_ El hombre la miró con desprecio y dándole una señal a uno de los soldados, ante los ojos de la suplicante mujer, acabaron con la inocente vida de su criatura._ ¡¡¡YONAAAAAAAAAAA!!!_ Corrió hacia el cadáver que yacía en el suelo, abrazándola entre lágrimas._ ¿Pequeña? Levántate, mamá está aquí, no tengas miedo. ¿Yona?

_Señora, ya déjelo, me va a dar lastima, está muerta ¿Acaso no ve la sangre?

_ ¿Está… muerta?_ De repente las lágrimas cesaron, su mirada abandonó toda expresión de emociones posible, prácticamente lo había perdido todo, primero a su esposo y después a su única hija, solamente le quedaban, ellos…

_ ¡¿Dónde están los demás niños?! Sabemos que esta era una casa de acogida.

_ Solo estaba mi hija. A los demás no los pude salvar, se ahogaron cuando pasó el tsunami._ Explicaba con voz decaída y la cabeza agachada, por mucho que le doliera la pérdida de su hija, ahora tenía que tratar de proteger a los demás huérfanos.

_ ¡¿Crees que te voy a creer semejante mentira?! Te lo voy a preguntar por última vez ¡¡¡Donde están los demás mocosos!!!

_ Y ya le dije que murieron ahogados.

_Está bien señorita, usted lo prefirió por las malas, ¡Cadete!

_ ¿Sí señor?

_ ¡Busque por toda la casa, y al mocoso que encuentre, lo quiero muerto!

_ ¡Sí señor!

La muchacha permaneció al lado de su hija fallecida, orando para que no encontraran a los demás niños. Y cuando al fin se cansaron de buscar sin resultados, se dirigieron nuevamente a ella.

_ ¡Maldita mujer, estoy perdiendo la paciencia, verás, el presidente dio la orden de aniquilar a todos y cada uno de los ciudadanos que quedaron con vida tras el paso del tsunami!

_¡¡¡ ¿No puede ser, nuestro presidente mandó a algo así?!!!

_ ¡¡¡Si, ese amado presidente que todos ven como un Dios, por el que votan año tras año, el que les prometía un futuro mejor… ese presidente mando a matar a su pueblo en medio de esta crisis, en vez de brindarles ayuda!!!_ Reía despiadadamente mientras observaba la mirada atónita de su víctima.

_ ¿¡Acaso no sientes lástima, mataron a millones de personas,  seguramente a tu familia también, a la familia de cada uno de tus soldados?!

_ Lamento si te duele, pero órdenes son órdenes. Mi trabajo se acaba cuando termine de matar a los últimos sobrevivientes, es decir, a los mocosos que tienes escondidos por ahí, y si no me dices donde están, me veré obligado a matarte antes de tiempo, y si tu mueres ¿Quién los protegerá y les dará de comer? si no los sacas de su escondite o los mato yo o los mata el hambre, tú decides, que prefieres para ellos, una muerte con, o sin dolor.

_ ¿De todas formas los matarás cierto?.... ¡¡¡Mátame de una buena vez, no te diré donde están!!!

_ De acuerdo…

_¡¡¡Madame Charlotte!!!_ Los niños salieron del escondite para defender a su tutora, poniéndose en peligro y haciendo en vano  el sacrificio de la muchacha.

_¡¡¡Niños nooooooo!!!

Uno por uno, fueron asesinados a balazos, la muchacha miraba el rostro de los pequeños, a pesar de reflejar miedo, cierta satisfacción se tornaba en sus faciales, habían podido dar sus vidas por la persona que los había estado cuidando y protegiendo por encima de todo.

Después de haber dado por terminado su despreciable trabajo, los soldados se retiraron de la casa, sin embargo su jefe se quedó,  y antes de marchar, apuntó su rifle en dirección a la desolada muchacha, esta alzó su mirada con rabia poniéndose de pie, haciendo que la bala impactara en su estómago, pero antes de caer al piso, sus dedos rozaron con los del asesino, recorriendo cada centímetro de sus ásperas manos, tratando de aferrarse a él, como seña de que si ella moría, se aseguraría de que el también fuera al infiero.

Una gran exaltación lo dejó sin palabras, no sabía por qué, pero al parecer, le había fascinado el tacto de aquellas delicadas manos guerreras. Era lo que tanto estaba buscando, esa mujer fuerte de carácter que lo acompañase en cada una de sus arriesgadas aventuras. Y sin pensarlo más levantó el cuerpo, y aprovechando su estado inconsciente saco la bala y vendo las heridas, dejándola descansar recostada de la pared.

_ ¡Jefe ya recogimos los cadáveres,  vamos a darle los informes al presidente!_ informaban sus fieles soldados.

_ Lo siento cadete, a parir de ahora seguirás solo.

_ ¿Pero qué….?

En cuestiones de segundos un tiroteo como seña de una gran traición se armó entre las tropas. Y a pesar de quedar malherido, logró salirse con las suyas, puesto que los soldados menores decidieron dejarlo a su suerte,  para infórmaselo al presidente hasta que este tomara una decisión o decidiera dar por sentado la traición de su mano derecha.
Mientras que en la casa donde sucedieron los horribles hecho, el ex comandante adolorido por las balas en su cuerpo, admiraba el dormitar de su compañera al mismo tiempo que iba perdiendo la conciencia.

_ ¡¿Qué está…?!_ La muchacha se había despertado minutos después, confundida y asustada al ver al asesino de sus hijos desmayado y malherido. Sin pensarlo dos veces buscó una piedra entre los escombros, y como parte de su venganza alzó los brazos para darle fin al maldito, sin embargo… podía escuchar sus gemidos, estaba sufriendo por sus heridas, fue en ese momento que se dio cuenta de lo que estaba haciendo, de cómo estaba actuando, era obvio que sintiera rabia por aquella persona, y más cuando había asesinado a su hija sin gota de compasión, pero a pesar de todo eso, ella nunca en su vida había optado por la violencia como una manera de resolver las cosas, y aunque lo matase, eso no traería de vuelta a todos esos inocentes niños.  Se sintió impotente, lloraba sin parar, algo en su pecho ardía, quería hacer algo al respecto, pero su naturaleza pacifista no lo permitía. Se deshizo de la pierda, dejándose caer en el suelo, mirando con rabia al hombre que dormía casi moribundo frente a ella. Al final terminó sintiendo lastima por él, curándole así las heridas y dejándole dormir durante todo el día.

En la noche como un muerto resurgiendo de sus cenizas, el hombre se levantó, dándose cuenta de los vendajes que rodeaban su cuerpo y entre descaradas risas miró a la mujer que con mirada furiosa esperaba al parecer una disculpa.

_Si creer que me voy a disculpar estás totalmente equivocada._ Para su sorpresa esta no dijo ninguna palabra, simplemente no dejaba de mostrar esa furia hacia él._ En fin, no voy a lidiar con tu resentimiento, hay cosas mejores de las que encargarse._ explicaba sin muchos rodeos, mientras se ponía de pie.
Buscando entre los cajones de la casa,  con clavos y martillo celló la puerta y todas las ventanas, quedando completamente aislados del mundo exterior.

_Listo, aquí nos quedaremos hasta que pueda domarte._ Exclamaba sacudiéndose las manos.

La muchacha aun más confundida, de repente corrió aterrada hacia la puerta, forzando el dañado portillo para intentar escapar, cuando a su mente llegó una vaga idea de a que se refería el hombre.

_A partir de ahora me perteneces y cuando estés lista para servirme incondicionalmente, saldremos a conquistar este mundo “prenderemos las calles de fuego” juntos._ Con estas últimas palabras se acercó lentamente a la desprotegida chica que inútilmente intentaba huir de sus garras.