capítulo uno

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Harry sale de su habitación con ojeras y el pelo revuelto después de dormir una siesta de dos horas. Está cansado. ¿De qué? De lo pesado que fue su primer celo. Con 14 años fue relevado como omega en un pesado celo de cuatro días, y ahora podría tomarse cinco siestas seguidas de seis horas cada una.

Su madre, su hermana y el mejor amigo de ella están esperándolo en el comedor, lo sabe; escucha sus risas desde un piso más arriba. Probablemente el adolescente dijo alguna estupidez y las mujeres de su familia lloraron de la risa como suelen hacerlo. No las culpa, Louis tiene ese algo que hace que todos parezcan enamorados de él a pesar de nadie estarlo. También genera eso en Harry, pero él no está enamorado. No, señor. Tal vez tuvo un pequeño crush hace algunos años, pero ahora "ya es un chico grande".

—¿Cómo está el omega más bonito del mundo? —casi grita su hermana Gemma en cuanto cruza la habitación. Su madre sonríe y aplaude desde la cocina mientras Louis agita su mano hacia él y le sonríe enormemente, pero por alguna razón no se atreve a mirar a nadie a los ojos.

—No griten tanto —se queja agarrándose la frente y todos ríen.

—Hice algunos panqueques para merendar —dice Anne, su madre.

—Son casi las ocho, ma.

—Nunca es mal momento para panqueques, omega —dice Louis y es la primes persona que Harry se atreve a mirar. Todo fue tan fácil con él, siempre, así que no cree que va a juzgarlo por ser un omega hombre. Su familia tampoco, claro, pero le resulta más normal que lo haga alguien ajeno.

Todo parece frenarse cuando conectan sus miradas, el verde profundo de los ojos de Harry y el azul suave de los ojos de Louis chocando.

Siente, Harry siente.

Siente aquello de los cuentos de amor. Siente esas mariposas en su estómago.

Lo sabe. Sabe que Louis es su alfa, y por la mirada y la forma en la que el castaño entreabre los labios, sabe que él también lo está sintiendo. Que siente esa energía entre los dos, esa electricidad que solo le hace querer acercarse al adolescente.

Asiente, aunque ya no recuerda de qué hablaban—. Sí —susurra sentándose en la silla libre, a un lado del alfa.

—¿Sí qué? —Louis tampoco parece recordarlo.

—Que nunca es mal momento para panqueques —ríe Gemma y Harry agradece porque no sabía cómo seguir la respuesta.

—Ah, sí —asiente confundido.

Anne se sienta en la mesa junto a ellos tres con los panqueques en una mano y el dulce de leche en la otra, cuando siente un fuerte y dulzón olor a vainilla y canela—. ¡Harry! —se queja, porque es un olor realmente abrumador.

—¡Perdón! Todavía no aprendo a controlarlo —ruega cuando su hermana también se queja, pero puede sentir la manera en la que Louis inhala despacio a su lado y exhala tranquilamente. Como si ese olor lo calmara, como si fuese suyo.

Gemma le da un golpe en la sien cuando nota lo que está haciendo y el ojiazul se soba la zona quejándose. Harry ríe y él lo mira sonriendo pícaramente mientras la chica exhala indignadamente. Anne no parece estar notando la situación.

Mientras comen los panqueques su madre y su hermana lo taladran con preguntas sobre su celo, que cómo se siente, que si fue muy fuerte, que tiene que acostumbrarse porque siempre serán así o incluso más fuertes. Eso no lo tranquiliza en lo absoluto, así que, para sentirse un poco mejor, llena sus panqueques de dulce de leche.

Y su mano casi quema cuando, tomando el envase, Louis envuelve su mano sobre la de él, sin saber que él también quería agarrar el dulce. La mano del mayor es suave, muy suave, y malditamente cálida. Cree, realmente cree, que ninguna sensación de sus 14 años de vida va a compararse a esa. El alfa suelta inmediatamente su mano, dejando que Harry se sirva primero el dulce, con las mejillas rojas.

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⏰ Última actualización: Sep 17, 2021 ⏰

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