El fin
«¿Quién es ella? ¿Y por qué terminó aquí?», eran las preguntas que se repetía un angustiado Augustus Snowshoe Cymric, mientras presenciaba los restos intangibles, e inconscientes, de cierta chica en mitad de la perpetua oscuridad.
Ambos seres incorpóreos, cuyas figuras abstractas se asemejaban a una nube incolora de burbujitas albas, vagaban sobre la serenidad de un vacío negro que no tenía fin, ni principio. Uno apropiado para que Augustus, el «ente» o «entidad superior» del lugar, cumpliera su propósito:
Definir el destino de la fémina.
Y para que ello pudiese proceder, cada pequeño o gran aspecto de su personalidad, su vida, sus miedos, penas e incluso los secretos bien guardados, habrían de conocerse al pie de la letra. ¿De qué manera? Pues, con tal de que hubiera resultados, el método no importaba.
«Entrar, observar y salir», pensó él, dispuesto a irrumpir dentro de los recuerdos de la joven a la fuerza y sin su consentimiento. Mas un larguísimo bostezo provocó al instante que retrocediera, no por miedo, sino por precaución.
—¿Qué es...? ¿Dónde... estoy?
De pronto, una tierna vocecilla somnolienta resonó de entre las penumbras del entorno. Tema que desconcertó por completo a Augustus. ¡Eso no debía suceder!
—Esto es... imposible —murmuró él con un tono de voz distorsionado, idóneo para pasar desapercibido.
La muchacha, igual que los imprudentes que escuchan ruidos extraños, perdidos en las entrañas de un bosque tenebroso, y por la noche, exclamó a volumen máximo:
—¡¿Quién anda ahí?!
—¿Me habré equivocado en algo? —Se encerró en sus pensamientos—. Inadmisible. Hice todo bien. Entonces, ¿por qué ella...?
—¡Oye! No estoy pintada. ¡Contéstame!
—Maldita sea. —Siguió reflexionando—. Hacerme esas preguntas es inútil. Ya estamos aquí.
—¿Pero qué...? Oye, ¿qué tanto estás diciendo? No, no, pensándolo mejor, ¿qué está ocurriendo? ¿En dónde estoy? ¿Qué es éste lugar y por qué no puedo ver o sentir nada? En serio, no lo entiendo. Es como si estuviera...
Justo ahí, la respuesta llegaría de Augustus Snowshoe Cymric, quien con una arrogancia digna de alguien por encima de los vivos, completó esa última oración diciendo:
—Muerta, ¿no es así?
Un silencio sepulcral se compaginó al inquietante vacío.
Para muchos humanos, perecer es la peor de las realidades que deben afrontar. Al fin y al cabo, la sola idea de abandonar lo que más amas por el resto de la eternidad, hace que a cualquiera le entren escalofríos.
Y si sólo imaginarlo, es capaz de estrujarte el corazón, ¿qué pasaría si viniera una criatura desconocida, de una dimensión críptica, a insinuártelo? Sería impactante cuanto menos, un golpe de realidad muy duro.
—Intrigante. Al parecer, realmente pensabas decir eso. Siendo ese el caso, entonces déjame felicitarte, señorita. Has acertado.
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La extraña chica que el destino olvidó. Vol. 1: Espectadores.
Mystery / ThrillerElla era alguien demasiado desafortunada. Desde que nació, su alma estuvo maldita, condenada al sufrimiento y la soledad. Alguna vez, hubo quienes le temieron. Mucha gente la odió hasta el infinito; no obstante, esos años ya pasaron. El tiempo, para...