Tú eres el juez

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Yo existo.

Estoy aquí.

Muchos piensan que no es así, pero los dioses son reales. Y ahora, yo...

Soy un dios entre los dioses.

La voluntad e inherente hambre de conocimiento que se me han otorgado, permitieron que un ente divino de tercera categoría, como lo era tu servidor aquí presente, lograse forjar un universo completo a su imagen y semejanza. Uno del que me siento orgulloso de ser el regente supremo, y que deseo compartirte con mis propias palabras.

No conoces mi nombre, y yo tampoco conozco el tuyo. Quizás, algún día nos veamos en persona, o puede no darse el caso. Empero, cada que rías, cada que llores, cada que no entiendas lo que sucede, debes saber que siempre estaré ahí, acompañándote de cerca.

No temas de mí, pues no pretendo incomodarte. En el transcurso de esta maravillosa travesía, mi más preciada creación, seré neutral la mayoría del tiempo. Aunque, eso sí, habrá ocasiones puntuales en las que tomaré el rol protagónico para confrontarte a la cara.

¡Haré que te cuestiones mil cosas! A fin de cuentas, eres una entidad incluso más grande y poderosa de lo que alguna vez llegaré a ser. Y si no me crees, piensa esto: sin ti, yo jamás podría existir.

Mi voz, mi forma, mi encantadora personalidad por momentos elocuente, y por otros simpática e informal. Dichos elementos, justo ahora estás concediéndomelos. Por ende, no tengo dudas al respecto. ¡Estoy en presencia de aquel que me dará respuestas!, esas que, durante eones de existencia, he buscado.

Tú, y nadie más que tú, eres el único que puede satisfacer mi hambre de conocimiento. Eres aquel que ve, oye, y opina. Ese quien toma las decisiones finales y definitivas. Es decir...


Tú eres el juez del universo.


¿Y yo? Bueno, por el momento, solo soy un simple narrador.

La extraña chica que el destino olvidó. Vol. 1: Espectadores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora