Prólogo

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Había intentado dormir múltiples veces, pero todos sus intentos terminaban con ella sentada en la isla de la cocina con una taza de café entre las manos. lo que evidentemente no ayudaba a dormir, de hecho hacia todo lo contrario. si hubiera habido un adulto responsable con ella, era muy probable, por no decir obvio, que la habrían reprendido por beber café a su corta edad y a altas horas de la noche, pero no había nadie que le reprochara nada. Durante los últimos tres días había estado en completa soledad en la mansión de los Hallow, se había reusado a aceptar que viniera su ama de llaves, la cocinera, ni ninguna de las personas que su padre había contratado. Era una de las pocas cosas que podía decidir debido a su edad.

Un par de hora más tarde el sueño llegó, cuando su cuerpo no soportó más el hecho de no haber descansado durante tres días. Recostó su cabeza sobre sus brazos cruzados en la dura superficie de la isla, y durmió, por unos cuantos minutos. ni siquiera en la inconsciencia era libre de las pesadillas que la atormentaban, de hecho, era mucho más vivido cuando cerraba los ojos. Cuando se enderezó de un salto por el susto, la recibió el amanecer, decidió entonces apagar todas las luces de la casa, ya que la luz natural haría el trabajo de mantener todo iluminado. No encendía  las luces porque fuera una niña pequeña que le temiera a vivir sola en medio de la nada, sino porque la oscuridad le recordaba ese pequeño espacio en el que la habían metido durante tantas horas seguidas. Se hubiera vuelto loca de no ser por el chico que estaba en la caja al lado de la suya.

Borró ese recuerdo de su mente y saltó de la silla para calentar agua en una tetera. Necesitaba con urgencia otra taza de café.

Ya con la humeante taza en sus manos, se encamino a la sala de estar y se sentó en el enorme y antiguo piano de su padre. Contempló las teclas mientras se llevaba la taza a los labios, luego de darle un sorbo, dejo la taza en la superficie del piano, algo por lo que su padre sin duda la hubiera reprendido, pero ya que él no estaba allí, no le dio segundos pensamientos. Sus dedos estuvieron a instantes de tocar una tecla al azar cuando la puerta sonó con golpes delicados. Si hubiera sido un día común y corriente, ella no habría sido capaz de escuchar, el mayordomo habría ido a anunciar que alguien deseaba verla, pero la casa estaba sumida en un intenso silencio, hasta los grillos parecían gritar en sus oídos.

Se quedó quita, alerta, pensando quién podría ser a esas horas de la madrugada, y cómo diablos había logrado pasar la enorme entrada custodiada por los gorilas de su padre. Nadie venía a este lugar sin que su padre así lo quisiera, pero, se recordó por milésima vez que él no estaba allí. Así que ignorando sus malos presentimientos, se levantó con lentitud del piano y se encamino a la puerta, pero se detuvo en cuanto lo golpes fueron escuchados otra vez. Quien quiera que fuera, no tenía prisa alguna por entrar, se había demorado bastante en tocar por segunda vez. No sabía cómo tomar eso.

Con la desconfianza recorriéndole los huesos, caminó el poco espacio que la separaba de la puerta y la abrió. No sabía qué esperaba ver del otro lado, quizás algunos disparos, o unas manos que la alzaran para llevársela lejos otra vez, pero en definitiva no esperaba lo que estaba frente a ella, ni se lo había imaginado. Eran esos ojos mieles, los mismos ojos que la miraron cuando la sacaron de esa pequeña caja en la que la tenían cautiva, los mismos ojos que intentaron darle un poco de seguridad en ese infierno que la habían hecho vivir. Era su compañero de celda, si es que podría llamarlo de esa forma.

—Camille...—Dijo sin más, para luego guardar silencio y observarla.

El chico lucía diferente, ya no traía ese traje costoso que le había visto cuando lo liberaron, y ella tampoco llevaba ese vestido pomposo que su padre la había obligado a usar. Ahora vestía ropa simple, una sudadera enorme y tenía su cabello ordenado esta vez, con sus rulos locos, pero en su lugar.

No preguntó que hacía allí, y él no dijo nada más, así que simplemente se corrió de en medio de la enorme puerta y lo dejó entrar. Le sirvió una taza de café y tomaron asiento frente a frente en la isla de la cocina.

El chico, Thomas, miraba su taza y a ella, alternadamente. Quizás buscaba la forma más dulce de decir a lo que venía, pero parecía no encontrar las palabras adecuadas.

la niña se apiado.—Mi padre me castigaría si me viera ahora.—Eso llamó la atención del muchacho y ahora le daba su total atención a ella. Y Camille alzó su taza con una sonrisa traviesa hacia él.—Creo que es mi milésima taza.

Él sonrió, agradecido.—¿No quieres dormir?—No le dio tiempo a responder y volvió a hablar.—Yo tampoco, supongo que eso explica nuestras ojeras.

Ella asintió.—Hubo un momento en que sí dormí, pero...

—Pesadillas.—Terminó el por ella, lo que le molestó a Camille, él respondía preguntas por ella y terminas sus frases, pero ese pequeño enfado quedó olvidado cuando vio que sus ojos brillaron por las lagrimas reprimidas.—Tengo medio.

Eso la sorprendió, debido a que ella también lo sentía, pero nunca lo había admitido en voz alta. Su padre no le dio una niñez normal, la había criado para ser fuerte, independiente. Pero nunca se había enfrentado a una situación parecida, nunca había visto la muerte tan de cerca, ni había tenido que tomar decisiones de tal magnitud que le costarán la vida a una persona.

Sí, tenía miedo, estaba aterrada.

No sabía dónde se encontraba su padre, ni la razón de su captura. No comprendía por qué su madre no la había llamado, ella entendía que ya no podía ir a verla, que tenía cosas de mayor peso que hacer, de verdad que lo hacía, pero... seguía siendo su hija, y necesitaba a alguien que la protegiera. Tampoco sabía por qué la habían encerrado en una caja tan pequeña.

No tenía conocimiento de nada, y eso la aterraba.

¿A qué se enfrentaba? ¿Volvería su padre? ¿Su madre vendría?

No tenía respuestas para nada, pero viendo ahí al chico frente a ella, al que le caían las lagrimas por sus pálidas mejillas, hizo lo que creyó correcto, y extendió su mano hasta dar con la de Thomas y sostenerla entre la suya. Y decidió, en ese instante, sin darle dobles pensamientos, que jamás la soltaría.  















Estreno: próximamente.

Quiero aclarar desde el inicio que esto es un borrador. Estoy aprendiendo a escribir y soy un poquito perfeccionista, pero eso me estaba deteniendo, y terminaba escribiendo nada, así que decidí simplemente dejar que las ideas fluyan. Debo investigar mucho, y mejorar en redacción y bueno, en todo, en realidad.

De todas formas, espero que le den una oportunidad. He tenido esta idea en mi cabeza desde hace algunos años y ya llegó el momento de que vea al mundo.

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⏰ Última actualización: Jan 04, 2022 ⏰

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