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—Adentro. — es la demanda del mayor cuando lo empuja hacia el cubículo más cercano, cayendo Jungwon sobre la tapa. Jongseong lo mira desde arriba, superior y sensual, cuando se saca la chaqueta y la deja caer al suelo.

—¿Qué haces?

—Cállate. — Jongseong no tiene vergüenza en que el contrario se de cuenta de la reacción de su cuerpo, incluso un poco orgulloso Jungwon de haber provocado una erección en el contrario, obteniendo el comienzo de la propia al sentarse Jongseong sobre sus piernas.

Se besan, tanto y tan fuerte, tan húmedo y prohibido que el pensar en lo que hacen les sube el lívido por los cielos, chocando sus labios, sus caderas buscando la fricción ajena y gimen, sin freno ni pudor. Jongseong le besa el cuello, le pasa las manos por el pecho y la espalda, le araña la piel y le muerde las clavículas, marcando a su gusto la nívea piel del menor, quien echa la cabeza hacia atrás, presa del placer y lleva sus dedos al pantalón del mayor.

Un gemido ronco es su respuesta, un sí implícito que hace a Jungwon sacar el botón del ojal y bajar el cierre, antes de seguir con el propio. Jongseong se entretiene en su cuello, en sus hombros, le saca la camiseta y sigue con la suya, después de susurrarle un nos vamos a ensuciar a Jungwon que le sabe a gloria.

Jongseong se pone de pie, sus pantalones a mitad de sus glúteos y la firme y húmeda erección aprisionada bajo la tela blanca, reclamando atención al ser liberada, la rosada punta bañada del preseminal, Jongseong ondeando sus caderas hacia adelante y atrás rodeando su miembro.

Jungwon traga saliva, se levanta apenas lo suficiente y baja con cuidado el elástico, ante la mirada fija de Jongseong en sus movimientos. De pronto demasiado cohibido, se detiene antes de bajarlo por completo.

—No es un buen momento, Yang. —Jongseong no detiene el suave vaivén sobre su cuerpo.

—Lo sé, es sólo que... Nunca, yo...
—Entiendo. — Jongseong se acerca, con cuidado y sus ojos fijos en los ajenos, brillantes. Rodea la cadera del menor con sus piernas, erguido sobre su pecho mientras libera de a poco el miembro erecto de Jungwon. —Yo tampoco.

Jungwon gime al sentir la mano de Park rodear ambas erecciones, una dulce y caliente fricción que los embriaga y sabe tan bien, se siente tan bien. Es el mayor quien se mueve primero, empujando hacia arriba, rozando deliciosamente contra Jungwon quien le muerde los labios y afianza de los costados del cubículo. Cuando el mayor de ambos le sujeta el cabello desde atrás, es el delirio, el infierno mismo revestido de ardiente tentación, nuevas sensaciones abrumadoras que lo atascan por completo nublando sus sentidos.

Pero no todo podía ser tan bueno.

—¿Won?—llama alguien desde el otro lado de la puerta, dando toquesitos insistentes que le disparan la migraña a un frustrado Jongseong. El pelinegro suelta un quejido ronco, levantándose de golpe y dejando a Jungwon sinceramente descolocado y todavía en el limbo.—¿Está todo bien ahí?

—Arriba. —Jongseong se sube a tirones la bragueta, acomodándo la camiseta a cuadros abierta sobre sus hombros que ha recogido del suelo, lleva en el antebrazo la chaqueta de cuero. Jungwon no le responde. —¡Que te muevas! Llegó tu mami a buscarte.

Con una patada abre el cubículo, frustrado, molesto y claramente harto de toda la mierda que lleva y que recientemente pudo aceptar (de alguna forma bizarra) en voz alta, para que llegara este Sunoo a cagarle el palo. Literalmente.

Jungwon se revuelve con hastío el cabello, poniéndose de pie después de dos torpes tirones de su pantalón para cerrarlo en torno a su cadera, se agacha torpemente y recoge su camiseta estampada, antes de ponérsela a tirones, abrumado, y salir, visiblemente consternado del cubiculo.

𝙍𝙐𝘿𝙀 𝘽𝙊𝙔 » 𝙅𝘼𝙔𝙒𝙊𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora