1. El vestido Rojo

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La última vez que vi a Ella, tenía puesto el vestido rojo con el que nos conocimos. Aunque la primera vez que nos vimos no lo traía puesto, Ella lo vio a través de una vitrina. Quizás en ese entonces la vida me estaba dando una señal. Nuestro amor iba a ser de recuerdos; o bueno, eso creo ahora que me terminó y no me queda más manera de estar con ella que en mis recuerdos. Nunca me habría imaginado que ese flechazo me iba a dejar atrapado en el tiempo.

Pero la historia no comenzó aquí, y espero enserio que tampoco termine. La historia comenzó aquella tarde que la conocí mientras Ella veía el vestido rojo.

Yo, un joven aspirante a escritor en mis primeros veintes, no tenía mucho tiempo para estar fijándome en mujeres. Siendo sincero, sí tenía tiempo. Pero intenté que mi excusa mientras que mi madre superaba la etapa de conseguirme pareja, era que estaba muy ocupado escribiendo la siguiente obra maestra de la literatura. Sin embargo, la última vez que revisé cómo se escribía un libro era sentándose a escribir, no armando rompecabezas y viendo documentales de terror. Estaba muy alejado de escribir la siguiente obra maestra de la literatura. Pero dentro de mí, muy dentro de mí, quería escribir un libro. Desde pequeño, lo único que he sabido hacer es escribir. Supongo que lo que más amas es aquello que más te cuesta hacer.

Creo que por ese desorden que tenía en mi vida en esa época, acepté ayudarle a mi madre en su tienda de ropa. Mientras escribía la siguiente obra maestra de la literatura, era algo estable. Quiero decir, podía ganar dinero aconsejando a un par de ancianas qué vestido les quedaba bien. Y pues, pensándolo en retrospectiva, si no hubiera aceptado el trabajo con mi madre, no hubiera conocido a Ella. Y si no hubiera conocido a Ella, no estaría atrapado en el tiempo escribiéndoles este libro. Así que, unas por otras.

El día que conocí a Ella fue muy normal. Me levanté a las 8: 00 am. En ese entonces estaba intentando levantarme temprano todos los días. Tomé una ducha y me senté en mi escritorio. Intenté escribir un poco, pero no lo logré. En el borde derecho de la mesa había un rayón que no dejaba en paz a mi mente. El rayón no era tan grande, pero mi mente lo hacía ver como si hubiera pasado un carro encima de mi escritorio. Fui a la cocina por un producto para limpiar y quité el rayón con una toalla. Cuando había quitado esa distracción, llegó otra. Me dieron ganas de tomar café. Mi café frío que necesito todos los días. Volví a la cocina a prepararlo.

De nuevo en mi escritorio, vi muchos videos de misterio. Cuando me di cuenta, ya eran las 10:12 am. Iba tarde para la tienda de mi madre. Como se puede entender, era un experto en la procrastinación.

Fui corriendo a la esquina de mi barrio y paré el bus haciéndole señal con el dedo. Al entrar, intenté escoger un asiento que estuviera solo. Cuando en un bus los asientos son dobles, es muy incómodo ir tan cerca de un desconocido. Sobre todo en este tipo de buses, cuando los asientos están tan pegados que, si vas con alguien al lado, no te queda más remedio que sentir su calurosa pierna pegada junto a la tuya. Me puse mis audífonos y reproduje una canción en mi Spotify. Empezó a sonar Frank Sinatra. En ese entonces había notado la magia que tanto le alardeaban a este cantante; su música sí transporta a otros lugares. Sin embargo, por más de que su música me saque de ese mundo, ese día no lo logró. Antes de que el volumen de la canción me dejara aislado del sonido exterior, me puse a espiar la conversación de dos personas de atrás. Eran un par de mujeres mayores hablando mal de otros adultos; lo típico. Pero esta conversación me atrapó lo suficiente para poner atención. Le bajé el volumen a My Way y me puse a escuchar. Claro está, sin quitarme los audífonos. Nadie sabría que estaba espiando. La mujer uno, a la que llamaremos Rosa, porque al bajar me di cuenta que tenía una camisa con estampados de esta flor, le estaba contando a su amiga que tenía unos vecinos muy particulares. Unos vecinos que no la dejaban dormir porque, todos los días, en la madrugada siempre ponían la misma canción a las 3:30 am a todo volumen. La canción, según Rosa, era una canción clásica de rock, pero no se acordaba del nombre. Empezó a tararear la canción para su amiga, pero esta no la adivinó.

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⏰ Última actualización: Sep 21, 2021 ⏰

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