La madrugada como de costumbre era helada, aún esperaba a Dua fuera del bar.
Quince minutos habían pasado de la hora que me había mencionado. Yo me preguntaba:
¿Debía esperar o irme?
Pero en cuanto un cuerpo alto, delgado y con poca ropa se acercaba a mi supe que se trataba de ella.
Sin dudarlo, me quite mi chaqueta. Quedándome solo con mi suéter. Se lo extendí y ella sonrió.
—Hola a ti también, estoy bien así. Tranquila— murmuró.
—Estás temblando, póntela. Yo estoy bien— Dua tomo la chaqueta, poniéndosela y casi gimiendo al sentir el calor cubrir su cuerpo.
—Gracias— respondió.
—Deberías venir con alguna chaqueta... ¿O siempre esperas a que alguien más te la de?— pregunté haciendo una broma sobre ello.
Ella rió espontáneamente, su sonrisa hacía que valiera la pena la espera que hice.
—Si, coleccionó chaquetas de acosadores.
—Ok, tú ganas— ambas reímos. —Si quieres, podemos ir a mi departamento. ¿Tienes hambre?
—En realidad, si. Muero de hambre.
—Te haré algo de comer, vamos. Estamos cerca... ¿Té o café?
—Té— respondió divertida ante la pregunta— creí que era mentira el que vivías cerca.
—Me siento decepcionada, yo prefiero el café. Y no mentía cuando dije eso... si vivo cerca de tu trabajo, estaba de paso en la tarde.
Bastaron pocos pasos hasta llegar a mi departamento. Ella al entrar al edificio pareció disfrutar de observar cada detalle, sobretodo al llegar a mi hogar.
—¿Vives sola aquí?— preguntó al entrar. Yo cerré la puerta y asentí. Al darme cuenta que no me estaba mirando respondí con un "Si"
—Es hermoso tu departamento.
—Fue un regalo de mis padres— respondí.
—¿Son dueños de que...? Esto debió costarles mucho— dijo riéndose de lo que ella mismo dijo, admirando el lugar.
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