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«Si les contara todo lo que ha sucedido en tan pocos días creerían que existen los saltos en el tiempo».
Jeno está nervioso. Es el cumpleaños de Renjun y es algo que le entusiasma.
Tiene todo listo para hacer un picnic en un campo a las afueras de la ciudad, ha comprado pastel y velas amarillas para decorar dicho pastel que él mismo ha horneado y decorado.
Jaemin y Chenle han acordado de decorar la casa de los Lee para llevar a cabo una pequeña celebración a la luz de las estrellas. Ambos chicos aprecian a Renjun y pueden llegar a imaginarse lo difícil que puede ser la situación de Renjun.
Huang ocupa la habitación libre que se encuentra en la casa de los Lee, en un inicio no quería, se apenaba de su pasado y de haber tomado la decisión de emanciparse sin tener un solo centavo para irse a vivir a otro lugar. Los padres de Jeno lo recibieron con los brazos abiertos y una invitación al restaurante favorito de hotpot del rubio.
Renjun está agradecido por tener a alguien como Jeno en su vida. Ese chico en definitiva es su pequeño ángel de la guarda, pues siempre despeja su horario para llevarlo a terapia y no dejarlo solo.
Hay noches en las que sueña con los acontecimientos sucedidos un par de meses atrás, en todas esas noches corre en dirección a la habitación de Jeno, quien lo recibe con los brazos abiertos y música relajante cantada con su grave voz. Jeno es definitivamente su cachorrito, siempre deja la puerta de su habitación abierta por si Renjun tiene pesadillas, sabe cómo dar un fuerte y cálido abrazo, sin olvidar que también suele prestarle sus enormes suéteres cuando hace demasiado frío.
Pero su cosa favorita de Jeno es que nunca lo ha orillado o presionado a tener una relación. Jeno sabe que Renjun está pasando por un doloroso camino de sanación, siempre es comprensivo y no busca atormentar a Renjun con sus sentimientos cuando sabe que el rubio aún no está listo.
Ambos son conscientes de sus sentimientos hacia el contrario, pero prefieren no presionar nada y tan solo disfrutar de la compañía del otro.
Renjun inicia a sanar de poco en poco. Las pesadillas son cada vez menos recurrentes y sus notas han mejorado. Parece avanzar mucho y muy rápido, pero cuando hay recaídas Renjun siente que está todo oscuro y sin estrellas, pero también reconoce que sería un más difícil sin su cachorrito quien lo espera y lo apoya sin ser sofocante.
Jeno le da su tiempo y su espacio, cosa que aprecia con cada partícula de su ser.
Está jodidamente enamorado de ese chico pelinegro, quien lo espera sentado leyendo algún libro de ciencia en una banquita afuera del consultorio de su terapeuta.
— Vamos a casa, Jen— la suave voz de Renjun endulza los oídos de un perdido pelinegro, quien no ha dejado de sobrepensar en cómo se sentirá el mayor.
Jeno nunca sabe cuál será el estado de ánimo de Renjun luego de una sesión con su terapeuta. Hay días en los que sale feliz, otros donde sale llorando y sin ánimo de nada, otros en los que no habla y su mirada está apagada. Por suerte, parece ser un buen día.
